EL CONFIDENCIAL – 25/08/15 – JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Pronto comprobaremos si la Barcelona metropolitana es en realidad la Marsella española y si en nuestro país se dan las condiciones para que prenda un discurso político y social de evocaciones.
La estructura social de Cataluña es diferente a la del resto de España porque acoge a una amplia inmigración de procedencia oriental y africana muy reducida en otras comunidades. Los recientes incidentes en Salou con senegaleses y la conflictividad en Barcelona con los manteros serían sólo un ejemplo de esta especificidad, subrayada, además, por la abundante población musulmana que en el área metropolitana de Barcelona ha abierto muchas mezquitas, lo que en su momento mereció poco amables comentarios de Marta Ferrusola, esposa de Jordi Pujol (“A lo mejor dentro de diez años las iglesias románicas no servirán y servirán las mezquitas”).
De ahí que en el Principado, la cuestión migratoria sea prioritaria en el debate social y político en el que ha irrumpido con voz propia y evocaciones lepenistas el cabeza de lista del PP para el 27-S, Xavier García Albiol. El dirigente popular fue alcalde de Badalona –la tercera ciudad por población de Cataluña- y ganó de nuevo las elecciones del 24 de mayo, aunque no pudo revalidar la alcaldía por un pacto trasversal de la oposición. García Albiol está trasladando su discurso duro y “populista en el buen sentido” (sic) a la confrontación de las elecciones catalanas con unas expectativas superiores a las que hubiera tenido Alicia Sánchez Camacho.
El candidato del PP ha captado que Barcelona es una especie de Marsella en donde nació el Frente Nacional de Le Pen. El dirigente francés logró horadar en la ciudad portuaria –Barcelona también lo es- las bases de la izquierda y hacerse fuerte con el electorado local –más bien proletario- que convivía difícilmente con varias y nutridas comunidades inmigrantes de procedencia similar a las asentadas en Cataluña. García Albiol –ya lo demostró siendo alcalde de Badalona- mantiene un discurso sin eufemismos, que muchos tachan de xenófobo pero que fue aceptado por amplias bases de electores en su municipio y que ahora está siendo bien acogido en todo el cinturón obrero de Barcelona.
Albiol ha captado que Barcelona es como Marsella. Allí, Le Pen logró conquistar al votante proletario que convivía malamente con las comunidades inmigrantes.
Se trata de un giro importante en el discurso del PP: García Albiol reformula los énfasis sociales de su partido en una sociedad compleja como la catalana y se basa en dos colectivos: los antiguos charnegos (hoy allí nadie osa utilizar esa expresión, como tampoco la de maqueto en Euskadi) como electorado potencial frente al independentismo, y los inmigrantes como protagonistas de una intrusión desordenada e intolerable en la vida de aquellos, mientras la burguesía barcelonesa y los catalanes del interior los observan con mucha mayor lejanía, aunque con no pocas reticencias. La opción de Garcia Albiol y del PP por esta táctica electoral es arriesgada pero ha inquietado a sus adversarios, especialmente al PSC que es el partido tradicional del electorado del área metropolitana de la capital.
Aunque el catalanismo siga aduciendo que ha integrado plenamente a los antiguos charnegos –ya generacionalmente hijos y nietos de los primeros- y a los inmigrantes, lo cierto es que sigue habiendo diferencias entre los autóctonos catalanohablantes y los procedentes de otras comunidades que no lo eran y aún no lo son. Garcia Albiol se ha encargado de recordar cómo la actriz Monserrat Carulla –integrante de la lista de Mas- aludió hace un par de años a los “trenes” que con gentes de otros lares enviaba Franco para “diluir” a los catalanes, declaraciones que Carulla ha contextualizado para quitarles la hostilidad que incorporaban. Sin embargo, iniciativas independentistas como la de Nous catalans y Súmate certifican los esfuerzos de aproximación a colectivos inmigrantes extranjeros y población española no catalana que se resisten a la asimilación. En la lista de Junts pel Sí, nada menos que en el número seis, aparece el cordobés Eduardo Reyes, dirigente de “Súmate” como gancho para los electores procedentes de Andalucía, Extremadura, Murcia y otros territorios renuentes a la integración en las tesis secesionistas.
El planteamiento de Albiol es que la independencia marginará a los antiguos charnegos y provocará conflictividad por la inmigración oriental y africana.
El planteamiento de García Albiol es que la independencia de Cataluña conllevará dos efectos perversos: de una parte, marginará a los antes llamados charnegos –sean o no ahora de tercera generación- y provocará una enorme conflictividad por la inmigración oriental y africana que se asienta ya en Cataluña. Insisto: la apuesta del popular es arriesgada porque abundan los apellidos no catalanes en las filas del secesionismo (Sánchez, presidente de la ANC y Baños, cabeza de lista de la CUP, sin olvidar al mencionado Reyes en la plancha de Mas, por poner tres ejemplos llamativos) lo que sugiere un grado de integración catalana y catalanista superior a la que algunos podrían sospechar y porque el tratamiento “duro” de la inmigración de terceros países conduce a un modelo multicultural separador. No obstante, el órdago que lanza García Albiol inquieta a sus adversarios porque se propone que el PP lidere –superando al PSC y a Ciudadanos- a las fuerzas no independentistas y nuclee una minoría de bloqueo en el Parlamento de Cataluña.
Vamos a comprobar si Barcelona y su área de influencia es la Marsella española y si en nuestro país, en determinados territorios, se dan las condiciones para que prenda un discurso político y social de evocaciones, además de populistas de derecha, también lepenistas a otros efectos. Si García Albiol tiene éxito el 27-S, el PP, seguramente, reformulará con nuevas líneas argumentales su discurso a nivel nacional y cara a las elecciones generales del mes de diciembre. Y es que de las elecciones catalanes dependen muchas estrategias inmediatas en la política española.