Tonia Etxarri-El Correo

Mirar atrás en la gestión de la pandemia no es un lamento, es un ejercicio necesario para diagnosticar con certeza los errores cometidos

Con la libertad de movimiento recuperada después de casi cien días de confinamiento, la puesta en marcha de la campaña electoral llega como un refuerzo vital. Aunque los mensajes haya que cogerlos con las pinzas del descreimiento porque los protagonistas de la carrera están condicionados por sus intereses partidarios. Pero, a partir de hoy y hasta el 12 de julio, se abre una vía de escape. Un camino de contraste, al menos. Como compensación a tantas semanas de silencio solo interrumpido por aplausos, caceroladas y por la comparecencia televisiva de Sánchez cada fin de semana. Con monólogos que se alternaban con los partes confusos del ministro Illa y Fernando Simón, prestidigitadores del recuento de datos por excelencia. En la segunda parte del confinamiento hemos asistido al ajuste de cuentas en el Congreso de los Diputados en un debate que comenzó siendo telemático. Donde lo hubo. Porque en Euskadi, como en Galicia, el Gobierno apenas ha tenido control parlamentario. Las sesiones que el lehendakari Urkullu ha mantenido este tiempo (una telemática y dos presenciales) han sido forzadas por la oposición.

Comienza una nueva etapa. Con miedo al rebrote de los contagios. Y a la incertidumbre económica. Mirar atrás no es un lamento. Es un ejercicio necesario para diagnosticar con certeza los errores cometidos. Si el Gobierno no se graba en el frontispicio de La Moncloa que España ha sido el país con mayor mortandad por número de habitantes, con mayor porcentaje de sanitarios infectados y el más crispado de nuestro entorno, fácilmente volverán a incurrir en los mismos fallos.

Es el momento del balance para afrontar el futuro incierto con las ideas claras. Pero Sánchez sigue instalado en la autocomplacencia. Dice que ha salvado la vida de 450.000 ciudadanos cuando aún no concuerdan sus datos con los del INE. Quedan suspendidos en el limbo 13.000 fallecidos, sin nombre y apellidos. Trece mil almas que «nos quedan por ahí», según Fernando Simón. Hemos tenido el confinamiento más duro de Europa. Nuestros gobernantes desoyeron las indicaciones iniciales de la OMS. En nombre de la pandemia Sánchez abusó del poder que le dio un inoperante mando único. Se lo han reprochado muchas veces desde las comunidades autónomas. Incluso socios tan estables como el PNV. Se vigiló la crítica escudándose en los bulos. Y se llevaron por delante a cargos de la Guardia Civil y Policía Nacional que cometieron deslices al dar más información de la debida dejando en evidencia al Gobierno. Los periodistas se quejaron de la falta de libertad para preguntar en las comparecencias de La Moncloa. Y en los tics autoritarios tuvieron que ceder.

No sé quién ha salido más fuerte de esta crisis. Desde luego, la clase política, no. Otra cosa será los resultados de los partidos en las elecciones. El PNV sigue subiendo. No tanto como Feijóo. Pero Urkullu cuenta con aumentar su representación. Su pacto con Sánchez le ha dado una imagen de gestión tranquila que se la intentará romper la oposición. El PP de Iturgaiz lo sitúa como cómplice de la «caótica gestión» de Sánchez. Hoy, en su visita a Petronor con Pablo Casado, insistirá en esa crítica. No es obsesión, como dice Ortuzar. Es constatación de que las fugas de votos anteriores se fueron del PP al PNV. Podemos se ha liado con la petición de investigación sobre el GAL para poder implicar a Felipe González. Primero, que no. Luego, que sí. Cuando la hermana de Zabala expresó su decepción con el partido. Idoia Mendia cuenta con beneficiarse del ‘efecto Sánchez’ y se reivindica como la única alternativa de izquierdas que sabe gobernar. Aquí, con el PNV. Se difumina de momento el pacto de izquierdas que pretende Podemos porque el PNV hace valer sus seis escaños en el Congreso que tantas veces le han salvado a Sánchez de una situación límite. Bildu, antes de entrar en la contienda ha querido pasar los deberes a limpio visitando en la cárcel al asesino de Miguel Ángel Blanco, ‘Txapote’. Para que los demás no pierdan el tiempo pidiéndoles que condenen la trayectoria de ETA. Vox se presenta en mítines y sale escaldado porque allá donde va les persiguen los autodenominados ‘antifascistas’. Unos antifascistas muy poco democráticos.

El lema del PNV es ‘saldremos’. Habrá que ver quiénes. Y cómo.