Cigarras crecidas, hormigas hartas

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 13/07/15

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· Eso que el populismo denomina «austericidio» consiste en prácticas tan obscenas como no vivir de prestado.

Eso que el populismo denomina «austericidio» consiste en prácticas tan obscenas como gastar lo que se tiene, no vivir de prestado y, en época de bonanza, guardar algo para la hucha. Prácticas arraigadas en la costumbre de los pueblos del norte, obligados por la naturaleza a proveerse de reservas para los rigores del invierno. Prácticas cotidianas en alemanes, finlandeses, lituanos o suecos, habituados a trabajar duro, ser competitivos, pagar religiosamente sus impuestos, vivir con austeridad, ahorrando euro a euro a fin de disfrutar dos semanas de vacaciones bajo el sol del Mediterráneo, y asumir sus responsabilidades. Prácticas mezquinas propias de hormigas avaras, envidiosas, vengativas, vistas con ojos dolientes de cigarras cantarinas.

Bajo la óptica populista, podemita, «tsipriota», lo justo es que quienes tienen la despensa bien surtida compartan esa riqueza con cualquier necesitado. Carecen por completo de importancia el esfuerzo invertido en la consecución de esas reservas o la falta de honestidad y previsión causante de la hambruna. Es obligación de las hormigas alimentar a las cigarras en la cuantía que éstas demanden y bajo las condiciones que establezcan, en aras de la solidaridad debida a unas buenas vecinas. La fábula originaria de Esopo, adaptada por La Fontaine, lo explica a las mil maravillas.

Desde su ingreso en la moneda única, conseguido a base de falsificar sus cifras macroeconómicas y proporcionar datos erróneos a las autoridades comunitarias, Grecia ha abusado año tras año de la generosidad europea. Su deuda asciende a 240.0000 millones de euros, tras una quita del 30 por ciento que arruinó a muchos ahorradores chipriotas, equivalente a casi el doble de su PIB. Según datos de la primera inspección seria llevada a cabo por funcionarios de la UE, muy pocos helenos cumplen con sus obligaciones tributarias, empezando por los profesionales y autónomos, más de la mitad de los cuales no llegan al mínimo exento o al menos no lo declaran.

La Hacienda pública carece de voluntad y/o medios para corregir un altísimo nivel de fraude, sumado a una fiscalidad ciertamente discutible que prima a las grandes navieras, los propietarios de yates y la industria del turismo, gravada con un IVA que oscila entre el 5 y el 13 por ciento, frente al 10 y 21 por ciento español. La economía sumergida, calculada en un tercio del total, encabeza el ranking de la zona euro. El salario mínimo interprofesional se sitúa en 684 euros, superiores a los 589 de Portugal o los 300 de Lituania, donde el concepto «sacrificio» alcanza todo su sentido, sin lamentos ni reproches a los demás integrantes de un club cuyas normas son sabidas y aceptadas libremente.

El gobierno de Alexis Tzipras, paladín de Pablo Iglesias y demás huestes alineadas en la tropa de los «indignados», se aupó hasta el poder en las urnas prometiendo a sus ciudadanos garantizar unos presuntos derechos cuyo coste pagarían terceros ajenos a esas elecciones. O sea, confundiendo democracia con demagogia. Hace una semana repitió la jugada en ese referéndum tramposo que vio triunfar por goleada la política del «sinpa» Pues bien, con la misma legitimidad con la que ellos dijeron «no» a aceptar las condiciones impuestas por los acreedores, estos últimos manifiestan que rehúsan seguir prestando a fondo perdido. O más bien «manifestamos», en primera persona. Porque más allá de «fondos buitre» y demás espectros malvados invocados por los apóstoles del gasto, lo cierto es que la factura siempre acaba en manos de la honrada clase media residente en países serios, condenada a pagar sus cuentas y buena parte de las ajenas. Esa hormiga se ha cansado y dice a la alegre cigarra: «Ahora, baila».

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 13/07/15