EL CONFIDENCIAL 22/05/15
FEDERICO QUEVEDO
Hace tan solo unos meses Podemos se presentaba ante la opinión pública como un partido ganador dispuesto a gobernar España, y Pablo Iglesias –al que ni Dios ni la naturaleza le han otorgado el don de la humildad– en su fatal arrogancia se hacía tratar ya por todo el mundo como el futuro presidente del Ejecutivo.
A las puertas del 24-M, sin embargo, las expectativas de Podemos se han visto considerablemente rebajadas y la imagen de su líder ha ido perdiendo enteros a medida que los sondeos profundizaban en la opinión del electorado sobre el personaje. Hoy Podemos es un partido aparentemente ‘estancado’ en su evolución e, incluso, a la baja –aunque, obviamente, habrá que esperar a lo que ocurra el 24-M para confirmar esta tendencia sociológica–, y a Pablo Iglesias ya se le ha quitado la cara de ‘presidente’ aunque, eso sí, mantiene la misma fatal arrogancia y prepotente soberbia de las que ha hecho gala desde el minuto uno. Hay cinco razones que, a mi modo de ver, explican el –insisto– aparente freno y marcha atrás de Podemos y su líder:
Primero: La constatación de que Podemos, lejos de ser una aventura política netamente española nacida de los restos del 15-M, es una experiencia bolivariana de corte populista importada directamente de Venezuela y del entorno de países satélites del chavismo. No es necesario recordar todo lo que ya se ha contado –y hemos contado en este mismo periódico– a cuenta de los lazos estrechos que unen a Podemos con Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador, pero hoy parece que cada vez son más los convencidos de que Podemos es una injerencia del chavismo en España, de ahí que además todo lo que ha venido ocurriendo en Venezuela en los últimos tiempos haya tenido una particular repercusión en los medios españoles y la evidencia de que el régimen de Maduro se consolida como una feroz dictadura que amenaza los derechos humanos evidentemente ha perjudicado y dañado la imagen de Podemos, por más que ellos hayan pretendido distanciarse.
A las puertas del 24-M las expectativas de Podemos se han visto considerablemente rebajadas y la imagen de su líder ha ido perdiendo enteros
Segundo: Las ‘rencillas’ internas dentro de un partido emergente al que se supone ajeno a los habituales comportamientos de la ‘casta’. Más allá de las pruebas que ponen de manifiesto que en Podemos también se reproducen los estereotipos que ellos mismos dicen combatir, es evidente que el partido se ha construido sobre cimientos muy poco sólidos, tan poco sólidos que uno de sus principales fundadores se fue –o lo echaron– poniendo en evidencia las tensiones internas a cuenta del principal de los vicios de la ‘casta’ que se ha reproducido en Podemos: el oportunismo. Eso de hacer un programa a la medida de lo que conviene no le ha gustado a mucha de la gente que creyó en un primer momento en un proyecto revolucionario que, cuando se ha visto con opciones reales de poder, se ha plegado al oportunismo. Por no hablar de las maneras absolutistas y totalitarias con las que la dirección del partido ha querido manejar a las direcciones territoriales.
Tercero: La aparición de Ciudadanos no se la esperaba ni Pablo Iglesias ni nadie. Más que la aparición, la irrupción como un partido emergente con un similar discurso regenerador pero que, sin embargo, lejos de proponer la ruptura se muestra partidario de cambiar las cosas desde dentro y sin sobresaltos. Y eso ha convencido a mucha gente de que es mejor mantener lo que hay e intentar mejorarlo, que destrozarlo todo sin saber muy bien a dónde nos llevaría empezar de nuevo, lo cual, además, se vincula directamente con el punto primero y el temor a que ese empezar de nuevo no sea, precisamente, un ejemplo de democracia.
La entrega de determinados medios de comunicación que se convirtieron en sus voceros ayudó al crecimiento de Podemos
Cuarto: Los partidos tradicionales han conseguido frenar su caída. Probablemente sea porque el discurso catastrofista de Podemos no se identifica con una situación económica que mejora día a día. Era evidente que, más allá de otras cuestiones como la corrupción –que siguen ahí y que sin duda van a tener un impacto negativo en los resultados de los dos partidos mayoritarios–, buena parte del descontento social venía producido por la crisis económica, y que una vez que la economía empieza a ofrecer síntomas positivos y además se crea empleo, ese descontento se iba a ir moderando sustancialmente.
Y quinto: Podemos había crecido espectacularmente gracias, en buena parte –y muy buena, además– a la entrega de determinados medios de comunicación que se convirtieron en sus voceros y de ciertos programas que cayeron en el servilismo. Pero, bien sea por saturación, o bien sea por precaución, o por ambas cosas, lo cierto es que en esos mismos medios las cosas han cambiado y ahora ni Podemos ni Pablo Iglesias tienen la misma impunidad oratoria que tenían antes.
Si tengo razón o no, lo veremos el 24-M por la noche, pero me da la sensación de que esta vez las encuestas, al menos en esto, no se están equivocando y que si se produce alguna sorpresa el día de las elecciones, no vendrá del lado de Podemos. Así que, si Pablo Iglesias se veía ya viviendo en la Moncloa, puede darse por satisfecho si alguna vez le invitan a visitarla. Cosa que dudo.