Clandestinidad

Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 3/7/12

Los vascos celebramos los retos de la selección nacional de fútbol, lo único que queda de nacional español, más que en la intimidad en la clandestinidad. Esto, es evidente, perturba nuestro carácter. Siempre hemos sido unos reprimidos, lo éramos por el poder político, lo éramos muy especialmente por la Iglesia, hacíamos poco sexo, éramos muy endogámicos, de ahí el famoso Rh negativo, blasón de gloria hasta que nos enteramos de que puede ser una malignidad de la endogamia, y ahora somos reprimidos por los talibanes de la corrección patria que nos obligan a llevar burka para que no se nos vea la menor nota de alegría cuando la roja marca un gol. No les importa si es de tristeza, pero esta vez había que reprimir la alegría.

Lo nuestro ha sido la servidumbre más total desde tiempo inmemorial, no libertad. Los que querían ser libres se hacían proscritos o se iban a las Indias. Venía el jauntxo y te mandaba voluntario en todas las causas guerreras perdidas ante la historia. Tres movilizaciones por el absolutismo en el XIX, la gran reacción del 36, y después, lo que creíamos que era progre, la lucha de liberación nacional, que acaba, tras más de ochocientos asesinatos crueles e inútiles, en la odisea de la gestión de la basura más cochina que mente humana pueda imaginar. En esto ha acabado.

Pero mientras tanto, y menos mal que Jon Idígoras llegó a decir que los toros eran vascos, en los bares miramos la retrasmisión del campeonato europeo, jugando la roja, con mirada de desdén, como si no nos importase, y cuando se nos escapa un irreprimible ¡ay!, porque el chut de Iniesta roza el larguero, miramos alrededor a ver quién nos ha visto. Esto tiene que producir enfermedades.

Pasas la muga, menos mal que Euskal Herria es muy pequeñita, y ves la fiesta y la alegría, y ves extranjeros que apoyan a los suyos, y no pasa nada, y aquí estamos tan acojonados que los chinos van a tener pérdidas por no poder vender las banderas y camisetas españolas. Falta la tesis doctoral sobre la razón por la que los navarros no quieren ser Euskadi, porque no sabemos hacer la fiesta, porque hasta los festivos alardes de Irún y Hondarribia los politizamos y convertimos en fuente de conflicto, ellos pusieron orden en San Fermín porque la fiesta es sagrada, de lo que dio fe nada menos que Hemingway. Este secular fastidiarlo es lo que nos ha hecho adustos, serios, un poco dados a la violencia, así que cuando salimos afuera nos sabemos divertir y la gente nos quiere. Es que lo necesitamos.

Ya va siendo hora de mandar al muladar de la historia, por no decir otro sitio más soez, a esta sociedad tan correctamente encorsetada por un tradicionalismo atroz. Menos mal que siempre nos quedan los rebeldes, los que se rebelan ante tanta gloria de ser vascos, ante nuestra inmemorial felicidad, de lo beneficioso de todo lo que nos rodea, y aparecen los críticos y los molestos. En esto, precisamente, Euskadi está más adelantada que otros sitios que no digo el nombre por miedo a otros talibanes de la perfecta corrección. Y en el próximo hablaremos de política.


Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 3/7/12