Luis Ventoso-ABC
- El único plan frente al Covid es que no hay plan
Los aficionados al fútbol, y los que no lo son tanto, recordarán con una sonrisa al pinturero entrenador galés John Benjamin Toshack, que hoy peina 71 años. Vividor, más amigo del esparcimiento en el césped del campo de golf que de currar en el de los estadios, era un tipo ocurrente. En las ruedas de prensa analizaba el rendimiento de sus jugadores con frases descacharrantes. En 1999 entrenó al Real Madrid. Tras encajar nueve goles en solo dos jornadas, se despachó así contra sus pupilos: «En 90 minutos juegan cinco partidos diferentes. Han terminado como pollos sin cabeza. Es difícil hacerlo peor».
Como pollos sin cabeza. Así ha sido la estrategia gubernamental -y buena parte de la autonómica- ante la epidemia. Un ejemplo iluminativo. Madrid y Barcelona son las dos mayores urbes de España. Un madrileño puede ir de bares y acudir a comer a los restaurantes, pero tiene terminantemente prohibido salir de su término municipal. Un barcelonés puede subirse al coche y largarse a Almería, a Lugo, a donde le plazca…, pero tiene terminantemente prohibido ir a los bares y restaurantes de debajo de su casa, cerrados por orden del Gobierno local. ¿Qué está pasando? ¿Acaso tendrán los de Móstoles una fisiología distinta de los de Tarrasa?
Más ejemplos de pollos sin cabeza. A finales de esta semana, el Ministerio de Sanidad ha anunciado que establecerá unos «indicadores básicos» comunes para toda España a fin de detectar los niveles de riesgo para la población. Los medios afines aplauden la diligencia del gran Illa. Pero surge una pregunta: ¿A qué se ha dedicado entonces el Gobierno de España en los últimos siete meses? ¿Cómo es que nadie había caído en el detallito de que ante una epidemia todos los países necesitan parámetros estatales uniformes?
Pollos sin cabeza: Cuando se toman medias de cierre de negocios y limitación de la movilidad, ¿las autoridades hacen previamente alguna estimación del coste económico que tendrán esas decisiones? ¿O simplemente tiran con lo que se les ocurre para salir del paso y allá se las apañen los empresarios con sus ruinas?
La crisis del Covid repercute en otras enfermedades. ¿El Ministerio de Sanidad maneja datos de los daños colaterales que está provocando esta crisis en pacientes de cáncer y enfermedades cardíacas? Improbable, cuando ni siquiera son capaces de contar bien los muertos. ¿Alguien se ha molestado en estudiar las secuelas de los confinamientos en la salud mental? ¿En qué se basa el Ejecutivo para tomar sus decisiones? ¿Quién lo aconseja? ¿Quiénes forman los fantasmagóricos comités asesores del Gobierno, si es que existen? ¿Qué cifras manejan antes de tomar sus iniciativas? O acaso estamos al capricho de lo que decida Illa -un filósofo que nada sabe de salud- para complacer las necesidades políticas de Sánchez. ¿Alguien estudia en La Moncloa cómo buscar un equilibrio entre las demandas de la protección de la salud y las de la salvaguarda de la economía? ¿O es que estamos muy ocupados acogotando a los jueces a lo Chávez?
El único plan del Gobierno es que no hay plan. Más allá se salvar la cara como se pueda a golpe de propaganda y con chivos expiatorios.