Francesc de Carreras-El País
Apremiado para salvarse del ridículo, Sánchez parece dispuesto a ceder en lo que pidan mientras pueda salvar la cara
Esquerra Republicana de Catalunya es un partido que no engaña, que no cambia de objetivo, todas sus tácticas van dirigidas a una finalidad: la independencia de Cataluña. Así es desde que fuera elegido como claro líder Ángel Colom a fines de 1991, desplazado pocos años después por Josep Lluís Carod-Rovira: su ruta no ha variado. Es sólo leal a este propósito, nadie puede llevarse a engaño.
Sin embargo, algunos, cuando están muy apurados, buscan su ayuda poniendo el acento en una de las palabras de su nombre: Esquerra. Convergència i Unió (CiU) era de derechas, ERC de izquierdas. Grave error: ERC es independentista y sólo independentista. El primero en confundirse fue Pasqual Maragall cuando por los pelos no derrotó a Jordi Pujol en las autonómicas de 1999. De ahí el Gobierno tripartito con ERC e Iniciativa per Catalunya que enredó al PSOE de Zapatero para que aprobara el nuevo Estatuto que, tal como era de prever, tuvo tan funestas consecuencias.
Maragall estaba en apuros, perder por segunda vez con Pujol enlodaba su prestigio de gran alcalde de Barcelona y buscó lo que no podía encontrar: un socio leal. Y ERC era y es leal, pero solo leal a su gran objetivo, la independencia, no leal a sus socios. Si el PSOE de Pedro Sánchez, que cada vez se parece más al PSC, vuelve a caer en la trampa, le sucederá lo mismo. Pero esta vez ya está avisado por los precedentes, no tiene excusa.
Hace una semana, Salvador Sabrià, máximo dirigente de ERC en el Parlamento de Cataluña, pronunció las siguientes palabras: “Nosotros no vamos a engañar a nadie, en esa mesa de negociación iremos con la amnistía y el derecho de autodeterminación”. Y hace un par de días, Marta Vilalta, la segunda de Pere Aragonès, dijo: “La solución política pasa por abandonar la judicialización y la represión”.
Dicen la verdad: quieren que concedan la amnistía a los condenados y ejercer el derecho de autodeterminación, ambas cosas no permitidas por nuestro sistema constitucional; además, no aceptan estar controlados por los jueces ni por los policías, los mecanismos del Estado de derecho no valen para ellos. Si el PSOE logra llegar a un acuerdo con ellos para que se abstengan, a Pedro Sánchez le recordarán una y mil veces estas propuestas hasta crucificarle. No mienten, antes avisan.
Con la soga al cuello, apremiado para salvarse del ridículo, Pedro Sánchez parece dispuesto a ceder en lo que pidan mientras pueda salvar la cara. Se equivocará, le torturarán mientras reponen fuerzas y ho tornaran a fer cuando les convenga. Además, el otro socio, Unidas Podemos, no le dejará dormir. No pudo gobernar con los socios de la moción de censura, tampoco podrá hacerlo ahora porque son los mismos. ¿Lo ha pensado?