XABIER GURRUTXAGA, EL CORREO 15/02/13
· No tendría sentido democrático que el acuerdo para la creación de la ponencia sobre paz y convivencia no hiciera referencia al documento aprobado al final de la pasada legislatura. El hecho de que la izquierda abertzale no estuviera presente en el debate como titular formal de la ponencia no le resta al acuerdo alcanzado entonces ninguna legitimidad democrática. Todo el mundo sabe que la izquierda abertzale, y con ella sus socios de EH Bildu, se oponían a que la Cámara vasca iniciara la reflexión sobre paz y convivencia, una vez que ETA había acordado el cese definitivo de la actividad violenta. Perfectamente podían haber participado en el debate con sus propuestas, pues nada les impedía más que su propia decisión.
Además, sabían que no se iba a acordar nada que tuviera carácter definitivo y cerrado, que su cometido más bien era allanar el camino, empezar a tejer una mínima red de confianza entre las formaciones políticas en torno a lo que se ha venido a denominar el ‘suelo ético mínimo’ que permitiera en la siguiente legislatura abordar en mejores condiciones lo que todos aspiramos, que no es otra cosa que consensuar un proyecto compartido sobre la paz y la convivencia en Euskadi. El reproche de EH Bildu tendría legitimidad y hasta razón política si tras las elecciones este grupo hubiera conseguido ser con diferencia el primer grupo parlamentario. Es obvio que en tal supuesto el resto de los grupos estarían en la obligación de reconocer el cambio producido y atender la demanda de la formación ganadora de que la ponencia se constituyera ex novo, haciendo tábula rasa de los acuerdos alcanzados.
Sin embargo, no es ésta la situación que surgió tras las elecciones, ni mucho menos, sin que ello suponga minusvalorar el resultado de EH Bildu. La primera regla de la democracia consiste en asumir que uno representa solo lo que los ciudadanos le han otorgado, ni más ni menos. La segunda, tan importante como la anterior, pasa por reconocer y respetar la representación obtenida por los demás. La izquierda abertzale durante muchos años ha estado acostumbrada a otro juego político, donde la representación y la legitimidad no la otorgaban los ciudadanos sino que derivaban de la creencia de que uno representa al pueblo por la sencilla convicción dogmática de que los demás son los enemigos del pueblo.
El PNV y el PSE han defendido y propuesto que la ponencia sobre paz y convivencia debe tener en cuenta como punto de partida para desarrollos posteriores el acuerdo de mínimos logrado en julio pasado. Así de sencillo. EH Bildu no puede ignorar que esa suma de voluntades representa una mayoría muy importante del Parlamento. Ello no significa que tenga que compartir y apoyar la propuesta, sino que comprenda e interiorice que los acuerdos entre otros son posibles, también en materia de paz y convivencia, aunque el concurso de la izquierda abertzale, como la del PP, resulten, además de deseables, muy necesarios, pero dejando claro que nadie es tan imprescindible como para adjudicarle un derecho de veto. De la misma forma que el PP no puede pretender que se excluya de la ponencia a quien ostenta en plenitud los derechos como parlamentario.
Es cierto que la gestión que han hecho el PSE y el PNV respecto a esta cuestión deja bastante que desear, pero lo rechazable y lo criticable en todo caso serían los cambios poco comprensibles, pero no la pretensión misma de que la ponencia tenga en cuenta los acuerdos alcanzados. Por las razones expuestas, pero sobre todo porque EH Bildu no ha explicado aún su posición sobre el acuerdo alcanzado. Es decir, porque todavía hoy desconocemos en qué discrepa. Si tuviera tantas objeciones, seguramente haría como UPyD. Es bueno que EH Bildu encuentre su sitio en la ponencia, aproxime posiciones con los otros grupos y contribuya a consolidar el Parlamento como el foro principal en materia de paz y convivencia. Abrigamos la esperanza de que el PP deje a un lado los vetos y se incorpore desde el inicio al trabajo en la ponencia.
XABIER GURRUTXAGA, EL CORREO 15/02/13