ABC-IGNACIO CAMACHO

La fragmentación de la derecha empuja al PP a buscarse dentro de sí mismo mientras muchos votantes lo buscan fuera

MIENTRAS el PP se busca a sí mismo dentro del PP, y no siempre se encuentra, muchos de sus antiguos votantes, como admite Feijóo, lo han empezado a buscar fuera. Casado y Aznar lo llaman desafío pero en realidad se trata de un conflicto de identidad ante la fragmentación de la derecha. Por un lado se le escapa el voto radical de las (presuntas) esencias; por el otro, el moderado de los sectores jóvenes y urbanos que reclaman nuevas propuestas. Andalucía le ha dado oxígeno, pero el momento es de gran delicadeza porque la sociedad posmoderna se ha acostumbrado a moverse por su cuenta; descree de los liderazgos convencionales e inventa sus propias recetas. El gran partido conservador está buscando una nueva definición estratégica que en realidad pasa a corto plazo por una prueba de resistencia: aguantar las territoriales de mayo sin sufrir una grave merma.

Antes de la campaña andaluza, la figura de Moreno Bonilla fue analizada en sesiones de focus group con personas escogidas para chequear sus oportunidades y expectativas. En fortalezas salía bastante bien perfilado: un candidato grato a la clase media, equilibrado, sensato, realista. Pero en el apartado de vulnerabilidad había una flagrante percepción negativa: «es del PP», es decir, competía bajo una marca achicharrada, ruinosa, destruida. La corrupción y la debilidad con Cataluña han calcinado las siglas: ése es, por triste que resulte, el verdadero legado marianista. La misión de Casado consiste en taponar la sangría de desafección progresiva y recuperar a la notable parte de su electorado natural que se siente seducida por la tentación populista. En este momento Vox le perjudica más que Ciudadanos porque le disputa los valores esenciales de su ideología: nación y familia. Representa para los populares lo que Podemos para el PSOE; un cisma, una escisión consanguínea nacida de su propio seno a partir de ciertas contradicciones íntimas. Y para recomponer esa ruptura imprevista tendrá que alejarse, siquiera temporalmente, de los rasgos templados imprescindibles para construir una mayoría que en los próximos tiempos sólo estará alcance de una suma de fuerzas distintas.

Por eso, aun en el caso de que logre recuperar sin excesivos daños la cuestionada referencia de sus principios básicos, se encontrará en términos de pragmatismo político con un problema claro: el de cómo hacer que Vox y Cs cohabiten en el mismo marco. En Andalucía lo ha conseguido porque predominaba por encima de todo la urgencia social del cambio, pero no será sencillo volver a urdir semejante pacto. Sólo la sectaria contumacia en el error de Sánchez puede hacer ese trabajo. El presidente no lo admite pero objetivamente se ha convertido en el principal aliado de una derecha trifurcada que acaso apenas pueda unirse –como él unió al nacionalismo y la izquierda– más que a partir de un sentimiento común de rechazo.