Crisis constituyente

Ignacio Camacho-ABC

  • El notario mayor del Reino ha puesto la legislatura boca abajo. Estamos ante una revisión constitucional de facto

La frase, dicha en voz queda, pasó inadvertida en el fragor de la bronca parlamentaria. En el Congreso al principio -en el siglo XIX- se hablaba para los diputados; luego para los periódicos, después para la televisión y ahora para Twitter, y en esa evolución se han ido acortando las frases y reduciendo las subordinadas hasta quedar jibarizados los discursos en simples píldoras de propaganda. Así, sus señorías se citan cada miércoles en la carrera de San Jerónimo como esas bandas de hinchas rivales que quedan para pegarse antes de los partidos, y en vez del florete de la esgrima dialéctica sacan estacas goyescas y navajas cabriteras, sabedoras de que en las redes lo que luce son las palabras gruesas.

Pero Juan Carlos Campo, el ministro de Justicia, es hombre de retórica más bien templada y frugal en escándalos. Por eso cuando dijo lo que dijo prácticamente nadie le hizo caso a pesar de que, tal vez sin pretenderlo, estaba poniendo la legislatura boca abajo. «Crisis constituyente», ése fue el enunciado exacto en respuesta a una pregunta de la diputada de ERC María Carvalho. Luego se reafirmó -«estamos en un debate constituyente»- por si no había quedado claro. No fue un lapsus: un representante del Ejecutivo, y de los más sensatos, estaba diciéndoles a sus aliados republicanos que este mandato ha puesto en revisión las bases jurídicas del sistema democrático. Ojo al dato, que diría el Butano.

Así se entienden mejor algunas cosas. La alianza con los separatistas, la influencia de Iglesias en el Gobierno, el estado de alarma indefinido, la longa manus del presidente en la Justicia, el ninguneo oficial al Rey vigente e incluso acaso la investigación judicial al emérito. Las sospechas de una agenda oculta han quedado por sorpresa al descubierto. No sólo hay una crisis sanitaria, ni una económica y de empleo, sino una crisis de régimen: el proceso refundador tantas veces reclamado por Podemos. Y le ha dado carta de naturaleza, conscientemente o no, el mismísimo notario mayor del Reino. Ese momento confuso, críptico, del ministro Campo ha resultado paradójicamente sincero. Con el coronavirus en tregua, ya veremos por cuánto tiempo, el Gabinete vuelve por sus fueros. La hoja de ruta de la legislatura no es la que está escrita en los acuerdos de investidura sino la de establecer un modelo constitucional nuevo. Aunque ante la evidente falta de consenso lo tenga que hacer por vía de hecho, a través de leyes habilitantes que desarrollen el proyecto inconcluso de la etapa de Zapatero.

La oposición está despistada, encelada en la pasión del griterío, y tal vez se le esté escapando la dimensión real del momento político. La arquitectura institucional del Estado está en el objetivo de una estrategia de cambio subrepticio. Y si alguien pegara la oreja al suelo podría oír el ruido de placas tectónicas que se mueven presagiando un seísmo.