Luis Ventoso-ABC
- El Gobierno instiga un debate artificial sobre la Monarquía
Aviado está Felipe VI si Sánchez e Iglesias van proteger el buen futuro de la Corona con una ley. Es como si Yago se brindase a contribuir la felicidad de Otelo y Desdémona, o como si Lady Gaga se pusiese al frente del Concierto de Fin de Año de Viena para preservar sus esencias. Aprovechando los malos pasos fiscales del Rey Juan Carlos, el Gobierno está jugando a abrir una causa general contra la Monarquía, más o menos sutil por parte del sanchismo y frontal por parte del populismo podemita.
La relación de Sánchez con la Corona ha sido hasta ahora mejorable. De entrada media un problema psicológico. El principal rasgo del presidente, amén de su elástica relación con la
verdad, es un acusadísimo narcisismo. Un político que se denomina a sí mismo «Mi Persona» lleva mal tener a alguien por encima, en este caso, el jefe del Estado. Sánchez hace alguna declaración monárquica, pero nunca ha defendido al Rey como debería. Ha antepuesto su necesidad de lisonjear a los separatistas que lo sostienen a su deber de proteger la Monarquía parlamentaria consagrada por la Constitución. Ha tolerado que las autoridades catalanas veten la presencia de Felipe VI. A fin de no contrariar a sus aliados, llegó incluso a prohibir que el Rey acudiese a Barcelona para un acto tradicional con los jueces. Además, con frecuencia usurpa roles de representación que corresponden al Jefe de Estado -véase la Cumbre del Clima- y ha dejado al Rey con una agenda internacional más chata de la que merecería por cargo y prestigio. En cuanto a Iglesias, simplemente ve al Monarca como el obstáculo para dinamitar lo que llama con desprecio «el régimen del 78» y poder armar una República de taifas bajo un régimen igualitario de vocación perenne. Sánchez tolera en silencio que su vicepresidente mantenga una campaña desde el poder contra la Monarquía (y tampoco corrige a las Juventudes Socialistas).
Que este Gobierno se erija en defensor de la Monarquía y propugne ayudarla a «modernizarse» con una «Ley de la Corona» es otro bromazo del sanchismo. Están creando una polémica artificial para distraer al público de los dos problemas reales: la pésima gestión de la pandemia y el agudo sufrimiento económico. Hasta el CIS del apparatchik socialista Tezanos reconoce que la Monarquía solo preocupa al 0,3% del público. El zafio intento del Gobierno de meter presión al Rey con su discurso de Navidad no les ha salido bien. Felipe VI evitó despellejar a su padre en la alocución, como le venían demandando desde el Ejecutivo, pero su intervención gustó a los españoles, con una aprobación en las encuestas que oscila entre el 64% y el 81%. Sánchez e Iglesias carecen de la representación parlamentaria y la credibilidad necesarias para promover una Ley de la Corona. Los partidos leales a España deben plantarse contra esta añagaza, pues solo busca debilitar a la Monarquía para hacer más factibles utópicas veleidades socialistas, que al final siempre se apellidan autoritarismo y miseria.