Ignacio Marc-Gardoqui-El Correo

La Bienal de la Máquina Herramienta no ha sido solo el certamen insignia de la Feria de Bilbao, antes, y del BEC ahora. Ha sido también un gran escaparate abierto al mundo en el que mostrábamos las excelencias de uno de los sectores más punteros de nuestra industria. El que mejor reflejaba el espíritu emprendedor que un día tuvimos y del que vamos dejando jirones por las esquinas. Ya en mis primeros años de trabajo, la Bienal, que por aquel entonces era vecina de San Mamés, constituía una auténtica fiesta empresarial en la que se exponían adelantos técnicos, se contactaba –y se les agasajaba– con los clientes y, no lo dude, se ‘espiaba’ un tanto a la competidores.

Hasta su última edición, el certamen ha continuado en cabeza de todos los que se celebran en el País Vasco. Sus datos lo demuestran: 1.751 expositores de 21 países, 42.000 visitantes procedentes de 61, los hoteles con el cartel de ‘no hay habitaciones’ colgado, los restaurantes atiborrados, los taxistas atareados y una recaudación fiscal inducida de 5,3 millones de euros. Esto para el entorno, porque para el propio BEC la Bienal era el acontecimiento estrella, la insignia de la institución y el mejor apoyo a sus siempre apretadas cuentas de resultados.

Bueno, pues todo eso ha quedado barrido de un plumazo por el maldito bicho; y tras atrasarla, la edición de 2020 ha quedado definitivamente cancelada. La próxima se celebrará a finales de mayo de 2022, cuando disfrutemos de condiciones sanitarias mejores y, esperemos, que económicas suficientes para pensar en ir a ferias. Porque esa es otra. La función que tenían antes de enseñar al mundo las novedades introducidas en los diseños y en las características de los nuevos productos ha sido sustituida hoy por la inmediatez y la inmensa capacidad de intercomunicar de Internet. Aún le quedan los aspectos relacionales, los contactos humanos, el escuchar a los clientes, conocer bien sus necesidades y ganarse esa confianza que no sustituye ni al precio ni a la calidad, pero que no es poco, pues ayuda a mantener o incrementar las ventas.

En definitiva, la noticia es una más del rosario de sustos y desgracias propios de esta época. No es la primera, ni será la última. La pandemia no cesa de atacar a la salud y eso perjudica a la economía. Las restricciones legales son ahora menores y más específicas, pero las mentales se mantienen intactas. La evolución de la enfermedad nos va a dar la medida de si el nuevo planteamiento de defensa es suficiente para contenerla, lo que nos llevaría a concluir que en la primera oleada nos pasamos de frenada con el parón de la actividad que tanto daño nos ha causado.