IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

En un ambiente tan electrizado como es el actual, unas declaraciones poco matizadas del presidente de la CEOE y dichas con motivo de un acto celebrado en Barcelona con presencia del Rey, en referencia a los indultos inminentes, provocaron ayer por la mañana una explosión mediática. Tan ruidosa fue la cosa que Antonio Garamendi se vio obligado a salir a la palestra y tratar de explicarse mejor. En realidad sus palabras no fueron para tanto: «Los indultos serían bienvenidos si llevan a que las cosas se normalicen». Leído textualmente, yo también estaría de acuerdo, con algunos pequeños matices. Si se diera una situación ‘normal’ en la cual los beneficiarios se comprometieran a no repetir sus delitos y si el Parlament aprobase previamente una moción presentada por el Govern y secundada al menos por ERC y JxCat en virtud de la cual se comprometieran a abandonar, con carácter definitivo cualquier actuación unilateral ilegal en contra del Estado de Derecho yo pagaría el precio de la abolladura moral y legal que supone concederlos. Pero, claro, el problema reside en que ni se van a comprometer a no repetirlos, ni el Parlamento va a aprobar tal cosa, ni los partidos que sustentan el Govern presentaran nunca tal iniciativa.

Así que, como no vamos a tener una situación ‘normal’, sería mejor no concederlos. En este país tenemos experiencias más que suficientes de que las cesiones ante las exigencias de los independentistas no han conseguido nunca, ni lo conseguirán ahora, ni lo harán mañana, moverles un solo milímetro de sus posturas. Jamás se han intercambiado cesiones por cesiones. Tan solo, y solo a veces, se ha dado el trueque de cesiones por tiempo. Es decir, siempre, en cualquier acuerdo han dicho: «Dame esto, es lo mínimo que acepto y que conste que eso no supone la renuncia a ninguno de mis derechos» que son los que yo digo que sean. Desde que empezó el movimiento, es la música repetitiva que ha acompañado a la descentralización del Estado. Y en cuanto han recuperado el aliento y encontrado el momento propicio han vuelto a la carga. Llevamos así más de cuarenta años. ¿No aprenderemos nunca?

Pero bueno, como nuestro presidente no nos deja ser vengativos ni rencorosos, hagamos un nuevo esfuerzo. Pero cambiemos el orden tradicional. Que se comprometan ellos a algo tan normal como cumplir con la ley (créame que no es para tanto, en algunos países es lo habitual y llega hasta ser obligatorio) y hagamos los demás el esfuerzo de magnanimidad que se nos pide. Quedamos a la espera. Mientras tanto y con su permiso, me siento…, no vaya a ser que la cosa se alargue.