Defecto de fábrica

RAFAEL MOYANO – EL MUNDO – 01/07/17

· No hace demasiado un dirigente del PSC me contaba, sorprendentemente derrotado, que no veía solución. Que la situación en Cataluña se había enconado tanto que él ya no encontraba una salida al laberinto en que estaban metidos. Identificaba a los culpables, con la crisis económica a la cabeza por haber provocado la huida hacia delante de los otrora nacionalistas moderados y dejado pista libre a los independentistas para que sus aspiraciones calaran en la sociedad catalana.

Lo peor de su discurso privado, que no público, es que consideraba a su partido absolutamente perdido en su propio marasmo, y para salir de ahí tampoco encontraba soluciones. Los socialistas catalanes siguieron perdiendo votos, elección tras elección, y meses después ese dirigente, que al menos fue coherente, dejó de serlo.

El PSC está cada vez más perdido porque nació con un defecto de fábrica. Al rebufo del éxito que iba cosechando el PSOE reagrupando en el pos franquismo al progresismo moderado, los socialistas catalanes, divididos en tres partidos, decidieron dejar en barbecho el nacionalismo para centrarse en el socialismo. Fundaron un único partido que enseguida se convirtió en la fuerza más votada en las generales y municipales, pero que nunca pasó de ser la segunda en las autonómicas.

Fueron, junto a los andaluces, el principal caladero de votos a nivel nacional y dominaron los principales ayuntamientos muchas legislaturas, pero sólo pudieron gobernar en Cataluña aliándose con los independentistas. Siempre sin resolver el defecto de fábrica que ha provocado una zigzagueante relación con el PSOE durante cuatro décadas y rupturas, escisiones y abandonos entre sus dirigentes y militantes.

No puede extrañar que cuando el desafío independentista se aproxima, una vez más, a otra fecha clave, afloren las fricciones en un partido inacabado. No sorprende que al alcalde andaluz de Blanes le salga la vena más sectaria y clasista que debería anidar en otro partido, o en ninguno. Que no pueda terminar la frase cuando le sale de dentro gritar que los catalanes son diferentes, porque no debe aunque sí lo crea.

Que hable de que allí, a diferencia de otros, se mueven por parámetros de responsabilidad, compromiso y esfuerzo y no termine de decir que son mejores y se merecen más, porque no debe aunque sí lo crea. Por eso titubea, por un defecto de fábrica que algunos arrastran desde hace cuatro décadas y no han podido reparar. Dicho sea sin acritud desde la localidad del norte del Magreb, separada de Marruecos por pocos kilómetros, desde donde escribo.

RAFAEL MOYANO – EL MUNDO – 01/07/17