Del populismo a la dictadura: llamando a los bolivarianos por su nombre

JAVIER RUPÉREZ, EL IMPARCIAL 12/10/13

Javier Rupérez
Javier Rupérez

· El artículo 3 de la Carta democrática Interamericana reza literalmente:”Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos.” Al menos cuatro países del área, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, han dejado de cumplir en todo o en parte los preceptos contenidos en ese artículo. Por no hablar naturalmente de Cuba, que lleva 60 años negándole virtualidad a la democracia representativa. Es todavía cuestión de mucho asombro el considerar que hace todavía pocos años, en 2009, los países miembros de la Organización de Estados americanos decidieron mayoritariamente invitar a la isla caribeña a regresar a la organización de la que había sido expulsada precisamente por no cumplir con los mínimos requisitos democráticos. Cuál será la reputación del organismo que La Habana desdeñó el ofrecimiento. Menos mal.

Es difícil imaginar las contorsiones que el organismo y sus integrantes hubieran debido realizar para explicar lo que habría resultado inexplicable: que Cuba retornara sin haber cambiado un ápice de su práctica totalitaria o sin derogar explícitamente la Carta Interamericana.

Pero a lo que íbamos: los del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) arriba citados están instalados en diversos grados dictatoriales. Claro, ya no son las formas del siglo XIX y principios y mediados del XX, cuando los espadones de turno —los que Valle Inclán llamaría “gerifaltes de antaño”- convertían en magistraturas vitalicias la toma del poder por las armas y condenaban a sus adversarios a la desaparición física.

Pero si bien se observa la práctica habitual de los regímenes que dirigen Chávez/Maduro, Morales, Correa y Ortega se podrá constatar la violación sistemática de la sustancia a la que se refiere el artículo 3 de la Carta: el Estado de Derecho ha sido sustituido por la voluntad ilimitada del jefe; la pluralidad partidista está reducida a una ficción; las normas constitucionales sobre la limitación de mandatos han sido hechas añicos; la libertad de expresión y sus consecuencias son ya un mero recurso retórico; ha desaparecido la división de poderes y tanto el legislativo como el judicial son simples prolongaciones de la voluntad del ejecutivo; los adversarios que no acaban en la cárcel son sometidos a un sistemático proceso de vilificación en los términos que los anglosajones califican como “character assasination”; las elecciones, cuando no son abiertamente trucadas, como ha ocurrido en Venezuela con la elección de Maduro, se producen en situaciones de amenaza y miedo en los que es imposible practicar la libertad del voto; los derechos humanos no son respetados ni adecuadamente garantizada su protección; y ya es ampliamente perceptible la salida hacia el exilio de centenares de ciudadanos de esos países, que si pueden en lugares alejados o de otra manera en la inmediación fronteriza -caso de Brasil con respecto a Bolivia- buscan amparo contra la creciente arbitrariedad del sistema.

Bien lo dijo Rafael Correa, el presidente ecuatoriano, en Guayaquil el 27 de Marzo de 2009:”Porque el Presidente de la República, y escúchenme bien, no es solo la cabeza del Poder Ejecutivo; el es la cabeza de todo el Estado Ecuatoriano, y el Estado Ecuatoriano es el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder Judicial, el Poder Electoral, el Poder de Transparencia y Control Social, las oficinas de los gobernadores, el fiscal general, el auditor —todo eso es el Estado Ecuatoriano”. Más claro agua.

Esa evidente violación de los términos en los que se ha concebido la existencia de la OEA, y que de hecho convierte a esos países en dictaduras sin matices, es sin embargo púdicamente ocultada por los que prefieren utilizar el engañoso término del “populismo” para caracterizar lo que allí ocurre o por los que activa y pasivamente consideran la toma del poder por el pueblo en beneficio de las masas necesitadas.

Es el conocido fenómeno de ignorar al “elefante en la habitación”: su masiva realidad acabará por imponerse a los que por desidia o interés han pretendido obviarla. Porque los cuatro países se han convertido en riesgos objetivos para la estabilidad de los vecinos y porque sus experimentos económicos acabarán en la ruina más absoluta, con las desagradables y evidentes consecuencias. Basta con contemplar lo que desde ese punto de vista está ocurriendo en Venezuela para comprobar “in situ” hacia dónde conduce el “socialismo del siglo XXI”. Y frente a ello suena cada vez mas vacío de contenido el recurso autocomplaciente de “toda la América Latina viviendo en democracia”, porque aun dejando de lado el tema de Cuba, que ha desaparecido del discurso público continental como si se la hubiera tragado la tierra -cuando en la práctica es el colonizador efectivo, político y económico, de los cuatro integrantes del ALBA- eso ya no es así, por mucho que todavía se mantenga una cierta regularidad en las citas electorales, concebida como la prueba del algodón de la calidad del sistema. ¿Tan pronto nos hemos olvidado de Hitler, de Al Assad, de Saddam Hussein, de Ceaucescu? Todos obtenían mayorías aplastantes en los procesos electorales.

Claro que discretamente la realidad se abre camino y cuando los integrantes de la Alianza del Pacifico- Colombia, Chile, Perú y México- aprovechan un dato geográfico para formarla revelan hasta que punto desean diferenciarse de los bolivarianos y sus mariachis. Pero hora sería esta de llamar a las cosas por su nombre y sacar las consecuencias de una evidente realidad: ni Venezuela, ni Bolivia, ni Ecuador ni Nicaragua son hoy países democráticos. El reconocimiento de la realidad es requisito previo e imprescindible para tratar adecuadamente sus males. Todo lo demás es puro pensamiento mágico. Del más puro estilo García Márquez.

JAVIER RUPÉREZ, EL IMPARCIAL 12/10/13