IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • El impulso del crecimiento se deriva exclusivamente de la mejora del consumo interno, porque las inversiones están estancadas

Pero si aplicamos el zoom y miramos las cosas más de cerca, la alegría se modera. El impulso del crecimiento se deriva exclusivamente de la mejora del consumo interno, porque las inversiones están estancadas. Lo primero demuestra que, en este país, en cuanto nos abren las puertas nos tiramos a la calle y nos lanzamos a consumir, ocupamos las terrazas y bloqueamos las carreteras. ¿Pandemia, qué pandemia? No sé de que me habla. Lo segundo es mala cosa. Supone que las empresas no acaban de ver despejado el horizonte o, quizás, que están agazapadas a la espera de ver cómo llegan los dineros europeos que abaraten sus inversiones. Y el empleo ha mejorado mucho.., a falta de concretar cómo quedan definitivamente las personas, más de 300.000, que siguen acogidas en el sistema de los ERTE, pendientes de volver a sus antiguos puestos de trabajo o de pasar a la fila de al lado, la del paro.

Las conferencias de presidentes son un chollo en que vascos y catalanes cobramos por acudir.

En ese entorno llega el ‘techo de gasto complaciente’ diseñado por el gobierno como disparo de partida para el proceso de elaboración de los presupuestos generales. Un calvario anual que necesita el acuerdo de la parte más progresista del gobierno progresista, más los votos de los aliados progresistas a los que tanto progreso les parece siempre poco, incluso antes de conocer las cifras. Si lo observa con detenimiento verá que eso de fijar primero lo que queremos gastar y buscar luego dónde encontraremos los ingresos necesarios para financiarlos no deja de ser una actitud desaprensiva. Pero es costumbre, claro. Luego está su tamaño, un récord histórico que supera al del año anterior, sin haber iniciado ni siquiera una tímida política de consolidación que permita cubrir, aunque sea parcialmente, la profunda sima que tenemos entre ambas partes de la ecuación. Así, a lo tonto y de manera silenciosa, hemos dado por bueno y admitido como permanentes, los gastos extraordinarios incurridos durante la pandemia. El que haya participado alguna vez en su vida en la elaboración de un presupuesto público sabrá lo difícil que es cerrar un capítulo de gastos, incluso cuando ha desaparecido la razón que justificó su apertura.

Y, si calcula el incremento de los ingresos que proporcionará el crecimiento, comprobará que debemos recurrir al déficit y, aún así, nos faltan 15.000 millones que nadie sabe dónde están. ¿En una subida de impuestos no desvelada? Supongo. Así que, por si acaso, déle duro al langostino. Que ese ya no se lo quitan.