Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- A pesar de que cuantitativamente no sea relevante –la Hacienda española no va a quebrar por su marcha–, la decisión de Ferrovial es un sopapo moral de primera magnitud para el Gobierno
Esta semana ha sido un calvario para el Gobierno (y para todos los demás claro). En el terreno de la economía recibimos la noticia de un agravamiento de los dos grandes problemas que soportamos. La inflación se nos fue hasta el 6,1% que es solo dos décimas más que hace un año, pero un punto entero si aplicamos el mismo criterio que utilizamos en febrero al comparar los precios con el mes anterior. Un punto en tan solo un mes es la demostración evidente de que la situación de los precios dista mucho de estar solucionada. Luego vino la subida del euríbor que, en cotización diaria ha superado ya el 3,6% y que supone una enorme presión sobre las hipotecas. Pagarlas se ha convertido en una odisea para los miles de ciudadanos que la tienen contratada a tipos variables y una barrera enorme para quienes desean comprar un piso en estos momentos. La brutal caída de las hipotecas firmadas tras las navidades es la mejor demostración del estropicio que están haciendo los tipos de interés en el mercado inmobiliario. Si una inflación elevada es sinónimo de unos tipos altos, unos tipo altos lo son de unas menores rentas disponibles. Unas mermas que se añaden al propio efecto de las subidas de todos los productos y especial de los alimentos.
Aunque el origen del problema viene de mas atrás, ya que hablamos de rentas disponibles, es muy interesante el estudio que acaba de publicar el Banco de España donde se calcula que la inflación ha generado seis de cada diez euros extras que recauda Hacienda. Un dato que convierte en inexplicable la negativa a deflactar los tipos y que demuestra el pernicioso efecto cruzado para los bolsillos de la gente entre los impuestos y la inflación.
También conocimos el martes la decisión de Ferrovial de trasladar su sede social a Países Bajos en busca de una mayor seguridad jurídica para su actividad y de un entorno fiscal y administrativo más amable. A pesar de que cuantitativamente no sea relevante –la Hacienda española no va a quebrar por su marcha–, es un sopapo moral de primera magnitud para el Gobierno. De esos que escuecen de verdad, como demuestra la inmediata y airada reacción de todos sus miembros, desde el orgulloso Sánchez hasta la improbable Belarra. Aderezados de palabras de ‘ánimo’ tales como codicioso, egoísta, antipatriota y desagradecido, al presidente de Ferrovial le recuerdan los contratos firmados con la Administración, como si cumplirlos solo fuera suficiente para ella y no para la empresa que quedaría obligada a nuevas e indeterminadas obligaciones.
Me parece injusto. Si Ferrovial se ha beneficiado del sistema es, entre otras razones, porque ha contribuido a financiar el sistema. Si le quedan obligaciones por atender, que se las reclamen y no prevariquen. Pero, si como suponemos lo ha hecho, que le dejen ejercer sus derechos, entre los que, por ahora, se encuentra el de elegir libremente su sede social.
Porque, más que buscar mercados en el exterior –ya los tiene, pues el 90% de sus ingresos proceden del exterior– o rebajar su carga impositiva –hace tiempo que la mayoría de los impuestos se pagan allí donde se generan los beneficios–, da la impresión de que se ha cansado del ambiente hostil que se ha creado alrededor de los empresarios, a veces con su ayuda y siempre con su indiferencia. En cualquier caso, el mayor peligro de la operación es que sirva de ejemplo para otras empresas que se encuentran en la misma situación –mucha actividad fuera, mucha presión fiscal dentro y un entorno regulatorio hostil–, y se sientan tentadas de tomar la misma decisión. Si no se le ocurren ejemplos piense en el sector energético, tiene muchos y, todos peligrosos, dentro de ese colectivo.
Y luego, para cerrar el ‘popurrí’ de la semana tenemos al ‘caso de Tito Berni’. Un personaje digno de protagonizar una película de Torrente. ¿Se imagina el alborozo con el que habrá recibido la noticia la señora Holheimer, que se fue de España hace cuatro días preocupada por los efectos que podría tener la rebaja del delito de malversación en los casos de corrupción? Aquí le dijeron que tranquila, que estaba todo controlado y que la administración iba a vigilar cualquier atisbo de fraude. Se referían a las ayudas europeas y aquí hablamos de otras cosas, pero ¿le habrán hecho ilusión y le habrán dado tranquilidad las andanzas de Tito Berni y su corte de los milagros? Vaya semanita…