Democracias populistas

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 28/12/15

· Nos pasa que los españoles no votamos por algo o por alguien, sino contra algo y contra alguien.

¿ Nos están tomando el pelo los «cuperos»? Porque ese empate de votos sobre si apoyan o no la investidura de Mas les permite hacer lo uno y lo otro. ¡Qué listos estos antisistema! En cualquier caso, creíamos que la democracia es «el gobierno de la mayoría». Pero estamos viendo que son las minorías las que gobiernan. La CUP decide quién gobernará Cataluña, mientras Podemos, un conglomerado de agrupaciones guiadas por un círculo minúsculo en torno a Iglesias, decidirá quién gobernará España, Rajoy o Sánchez.

¿Puede llamarse a eso democracia? Sí, desde el punto de vista formal, pues la democracia es, entre otras muchas cosas, respeto a las formas. Pero el espíritu también cuenta y el espíritu democrático es claro y limpio, cuando nos ofrecen un fraude de ley. Un fraude de ley legal, como el que Artur Mas intentaba al hacer constitucional una anticonstitucional consulta ciudadana. Ahora, a través de esa «democracia populista» de Podemos y sus adláteres, se intenta acabar con la democracia a secas. Como la memoria en nuestros días es muy corta, nos hemos olvidado de las «democracias populares» que la Unión Soviética instaló en el Este de Europa amparadas por sus tanques y cerradas por su muro, que se vino abajo por el empellón, no de los tanques norteamericanos, sino de sus súbditos ansiosos de ser ciudadanos.

Ya se dijo entonces que toda democracia con apellido no es democracia. Estamos ante el mismo experimento, con nombre casi igual y acento venezolano. Pues Pablo Iglesias no quiere cargarse sólo al PP. Esa es la excusa y el argumento. Quiere cargarse el sistema entero, con todo lo que hay dentro, el PSOE y los nacionalistas incluidos, junto a los burgueses que le aplauden. Ni siquiera lo disimula: es anti UE, antiliberal, antimercado, ante todo lo que representa Occidente. Lo más triste es que esto ocurre cuando habíamos empezado de nuevo a crecer y el nacionalismo independentista catalán era víctima de sus propias contradicciones en un mundo globalizado. Nunca más que hoy, España, pese a su progreso material, se presenta como el «país de los antepasados» que la llamaba Kant, quiero decir, de sus fantasmas del ayer.

Si la presidencia de Cataluña depende de la CUP, la del gobierno de España depende de Podemos, con un PSOE en medio, dudando como Hamlet. Y unas nuevas elecciones a la vista, de las que puede salir cualquier cosa, el PP reforzado o hundido, el PSOE aún más débil, Podemos más fuerte y Ciudadanos aturdido. Lo que dificultaría aún más la formación de gobierno, con las consecuencias que ello tendría en la economía y prestigio internacional. ¿Somos un país serio o no? «¿Qué nos pasa?» se preguntaba Ortega en otra de estas coyunturas. Para contestarse: «Lo que nos pasa es que no sabemos lo qué nos pasa».

A un siglo de distancia y una experiencia democrática de casi medio, tengo otra contestación: nos pasa que los españoles no votamos por algo o por alguien, sino contra algo y contra alguien. Y así no hay democracia que funcione. Esto que digo no es una inocentada.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 28/12/15