TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • En debates anteriores Feijoo había blandeado; pero ayer construyó un relato más eficaz

Se agradece el intercambio de golpes de Sánchez y Feijóo en el último cara a cara en el Senado antes del 28M, una cita determinante que marcará la estrategia para las elecciones generales de otoño. Sin ser la ‘Thrilla in Manila’, aquella última pelea brutal entre Ali y Joe Frazier por el título, mostraron su repertorio entre viviendas irreales y okupaciones. Aunque al presidente le han recomendado controlar su arrogancia, Feijoo supo sacarlo del tono contrito de su primera intervención con acento social. Y eso que el líder de la oposición sabe que va a estos duelos al ring del Senado con una mano atada a la espalda: el presidente abusa del formato, sin hacer la menor concesión a que el enfrentamiento resulte equilibrado. Una vez más abusó indecorosamente. Por demás, tampoco la pegada de Feijóo, más dotado para la ironía, es la mejor ante esos choques a cara de perro, donde Sánchez despliega su formidable capacidad para mentir con perfecta impavidez. De hecho, en debates anteriores Feijóo había blandeado; pero ayer construyó un relato más eficaz sobre la urgencia nacional de «derogar el sanchismo». Sánchez salió tocado, acusó faltonamente a Feijóo de «tono faltón» reprochándole también su agresividad y su mala fe. Cualquier psicólogo reconocería la tendencia de Sánchez al mecanismo de defensa de la ‘proyección’, atribuyendo al otro su propio estado mental.

No es fácil medirse con Sánchez en este terreno. Su cinismo es un muro contra el que es fácil chocar una y otra vez. Se muestra afectadísimo por Doñana, pero no le interesan el resto de humedales de España. Su Gobierno ha tratado de asfaltar La Ricarda en la desembocadura del Llobregat con una nueva pista para el aeropuerto del Prat, a pesar de las advertencias de Europa sobre esos parajes amenazados, pero en Doñana se acaban las inquietudes de Sánchez por los humedales y por los avisos de Europa. En el Valle de los Caídos le interesaba el espectáculo, pero no los centenares de familias de víctimas enterradas allí que llevan años y años de espera y se quejan del abandono. Esos huesos no dan grandes titulares. Y esto mismo sucede con las víctimas de los agresores sexuales beneficiados por la ley del ‘solo sí es sí’, una lista interminable que se dejó crecer hasta que saltó la alarma en los sondeos. En definitiva, a Sánchez no le interesan los humedales, la reparación histórica o las víctimas de agresiones sexuales, sino su rentabilidad política. Y como competidor electoral feroz, tiene un gran olfato para identificar los flancos débiles y atacar ahí implacablemente, como en Doñana con el eslogan falso del negacionismo climático de la derecha. Ahora ha recuperado el mantra de los neoliberales. Pero Feijóo ayer enhebró un discurso más certero sobre su podemización populista y su incapacidad para las políticas de Estado en un Gobierno roto con tres facciones y veinte siglas. Y lo noqueó por momentos acuñando la urgencia nacional que él lidera: derogar el sanchismo.