IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Vaya sorpresa. Después de haber pasado unos días disfrutando de las buenas perspectivas de crecimiento que nos daban todas las instituciones, resulta que ahora llega el Instituto Nacional de Estadística y nos dice que allí donde calculábamos un crecimiento del 2,8% en el segundo trimestre en realidad fue del 1,1%. Que se suma al aumento de la caída del primer trimestre desde el -0,4% al -0,6%. Nunca he comprendido bien la manera de cómo se calcula esto del PIB, pero la diferencia entre la estimación y la realidad me parece lo suficientemente grande como para merecer una explicación que se entienda. Máxime cuando hemos sustentado sobre ella una serie de decisiones que pueden causarnos problemas en el futuro, si la base de partida se tambalea. La elaboración de los Presupuestos del 2022 se ha iniciado en el convencimiento de que la crisis estaba superada y el crecimiento era robusto. El mismo argumento que se utilizó de forma reiterada para justificar el acuerdo entre el Gobierno y los sindicatos a la hora de subir el Salario Mínimo Interprofesional.

Pues parece que no es así. Lo de la recuperación sigue siendo válido pero su robustez se ha debilitado mucho, lo que viene a dar la razón a la CEOE cuando expresaba sus dudas sobre ello y pedía el retraso de la subida finalmente acordada. El INE suma y resta datos fríos y distantes, los empresarios los producen y son los primeros que los ven, sin que nadie se los cuente. El error lo ha causado la sobrevaloración del consumo interno, que no ha sido tan boyante y, lo que es peor, la mala evolución de las inversiones, que son la garantía del futuro, e incluso de las exportaciones.

Supongo que esta mala noticia amortiguará el entusiasmo siempre desatado del Gobierno y enfriará los ánimos de todos los demás. Queda mucha carrera y hay que seguir dando pedales antes de cantar la victoria definitiva sobre la crisis. Ahora vendrán en cascada todas las revisiones de todos los organismos: OCDE, UE, Banco de España, etc, lo que ennegrecerá el amable panorama que atisbábamos con sus datos anteriores. Algo debía sospechar o saber el Gobierno pues fue el único que no elevó sus previsiones a principios de la semana. Por eso no tendrá que esforzarse tanto en rebajar las previsiones, pero sí en las explicaciones de este incomprensible desastre estadístico.

Ayer, la vicepresidenta Calviño se esforzó en asegurar que el crecimiento es real y sigue fuerte. Nadie duda de que sea real, pero hoy constatamos que es más débil.