IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El Gobierno insiste en que la economía española atraviesa un momento de crecimiento fuerte y sostenido. La afirmación se enfrenta a todas las opiniones de organismos internacionales e instituciones nacionales que ofrecen previsiones mucho más modestas y endebles. Y lo que es peor, se aleja de la realidad estadística que nos muestra un aumento del Producto Interior Bruto mortecino, con unas escasísimas décimas en el tercer trimestre. Una evidencia que nos sitúa al borde mismo de la temida recesión, una vez difuminado el efecto beneficioso de las vacaciones. El gobierno argumenta que todo el mundo se equivoca porque minusvalora el efecto tractor que tendrán los fondos europeos sobre la inversión, el empuje que aplicarán al I+D y la mejora que inducirán en la balanza comercial.

Ojalá sea así, porque falta nos hace. En la últimas dos décadas, la productividad española ha pasado de una base 100 a un nivel 105, lejos del 117 de Alemania y muy lejos del 122 de Estados Unidos, como señalaba con acierto Manfred Nolte el pasado lunes en estas mismas páginas. ¿Va a ser el programa Next Generation el bálsamo de Fierabrás que curará nuestros males? Ojalá, pero no podemos confiar en ello sin conocer antes cuál es el estado verdadero de la cuestión, cuántos fondos se han concedido a los beneficiarios finales, cuántos se han entregado y cuál ha sido su impacto. Desgraciadamente no lo sabemos y lo que sabemos huele a fracaso rotundo, como por ejemplo el caso del PERTE del automóvil.

Que no lo sepa la opinión pública es preocupante, que lo desconozcan los agentes sociales es alarmante, pero que lo ignore el propio Gobierno es tan lamentable como impresentable. El programa Coffee sigue sin funcionar y el Ministerio de Hacienda ha vuelto a pedir a las comunidades autónomas que vuelquen sus datos ¡a mano! Así que no puede extrañar a nadie que Europa tenga sus serias dudas sobre el uso y el control de la montaña de dinero que nos ha adjudicado y una parte de la cual nos ha entregado. Ni puede pretender la vicepresidenta primera que hagamos un acto de fe de tan colosales dimensiones. Los ministerios implicados se han atiborrado de personal contratado para la tarea. De momento ninguno ha sido capaz de desenmarañar el embrollo. No es extraño. Sin una correcta introducción previa de datos, los sistemas informáticos acostumbran a funcionar fatal.