MIGUEL ESCUDERO-EL CORREO

Borges veía ‘El libro de arena’ como su obra mejor lograda y decía que era un volumen de incalculables hojas. En ellas dejaba correr un calificativo de los periódicos como «museos de minucias efímeras». Yo creo que, en cualquier caso, también dan ocasión a pensar y cavilar. ¿Por qué negarse a esta posibilidad?

A veces se destapan observaciones inesperadas que no nos atrevemos siquiera a imaginar. Leo ‘Vestigios’, un libro de bocetos y primeras versiones del jurista Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia. A los diez años de la llegada de Colón a América, Isabel la Católica ordenó que los indios fueran «doctrinados como personas libres que son y no como siervos». Los frailes fueron los encargados de instruir y evangelizar, se afanaron en estudiar las lenguas indígenas, redactaron gramáticas y diccionarios y tradujeron catecismos para sus catequesis. El conocimiento del español no resultaba imprescindible para los indios, incluso la corona dispuso que en los tribunales trabajaran intérpretes que ayudaran a los nativos. Se puede entender así que, al producirse las sucesivas separaciones en el siglo XIX, menos de la cuarta parte de los trece millones de los habitantes de la América hispana hablara español.

Hay que contar con el interés de algunos por apartar a los indios de la conversación con españoles. ¿Cómo adoptaron nuestra lengua como oficial y la hicieron suya? El Derecho la impuso a través de los distintos códigos civiles. La seguridad y la claridad que exige todo lenguaje jurídico llevó a escoger el español como idioma preciso, castizo y culto a la vez. ¿No convendría detallar estas circunstancias?