Edad de merecer

EL MUNDO 05/09/13
ARCADI ESPADA

Non ho l’età, cantaba Gigliola Cinquetti. Non ho l’età, canta (en cualquier sentido) este gobierno. España es el país europeo donde la edad del consentimiento sexual es más baja. Hoy. Mañana será el que la tenga más alta. El hecho de pasar de un extremo a otro revela una de las carencias de la política en España: la inexistencia de un suelo (¡o de un techo!) moral que evite los bandazos, que impida el desconcierto de los ciudadanos y que fortalezca las decisiones políticas.
Yo soy un gran partidario de las convicciones, aunque si se trata de morir por ellas, exijo que sea à la Brassens, lentamente. Una de las graves deficiencias de la política, y del periodismo, es que sus actores no se ponen delante del pueblo para proponerles un camino, sino que observan sus humores y movimientos y corren a encabezarlos, sean cuales sean, y aunque ayer rigiese la dirección contraria. En este sentido me parecería correcto, y hasta valeroso, que el Partido Popular tratara de influir en la opinión pública, en las familias y en los propios protagonistas, acerca del sexo adolescente. Es un asunto que forma parte de las preocupaciones psicológicas y morales de muchos especialistas, a partir de la extendida convicción de que la generación facebook practica el sexo con intenciones que nada tienen que ver con las de generaciones anteriores, y que lindan con una cierta indiferencia. No recuerdo ahora quién de esos especialistas constató hace poco una evidencia meditable respecto a la pornografía: un adolescente de hoy habrá visto más mujeres desnudas que el total de sus antepasados (¡antes de llegar a las amebas!) vio a lo largo de su vida. Puede que esto sea importante o no, que tenga efectos constatables o no; pero justificaría que un partido político tomara postura sobre ello y defendiera una cierta pedagogía de las cosas vinculadas.
Pero las leyes son otra cosa. La Ley, en las democracias de calidad, es el resultado de un pacto entre unas opiniones, las contrarias y el inexorable principio de la realidad. El PP va a legislar ahora en contra de las dos últimas premisas. No va a obtener resultados, ni morales ni terapéuticos. Lo único que obtendrá es el desprestigio general de la Ley que acarrea siempre el incumplimiento sistemático de cualquiera de sus instrucciones.