Pedro Sánchez compareció ayer en Bruselas ante los medios para hacer balance, se supone, aunque el verdadero balance de su presidencia se produjo el miércoles en el Parlamento europeo, cuando puso la guinda a su presidencia de turno, coceando desde el atril al presidente del Partido Popular Europeo, Manfred Weber.
Ya nos habíamos asombrado aquí ante el hecho de que el campo para sus mentiras tuviera una acotación infinita, que no les pusiera límites. Uno esperaba que un mentiroso se tomara licencias con la verdad en una rueda de prensa, pero parecía excesivo que se atreviese a mentir desde la tribuna de oradores del Congreso. La perplejidad se convertía en consternación al comprobar que Europa tampoco era una barrera para él. Recordaba al bañista reprendido por su manifiesta incontinencia urinaria en la piscina, que se justificaba con el argumento de que es lo que hacen todos. “Sí, pero es que usted se ha puesto a mear desde lo alto del trampolín”.
Sánchez no solo es un mentiroso. Cabe preguntarse con Herrera y Pablo Sebastián si está bien de la cabeza o si se le puede aplicar el juicio de Jean François Revel sobre Francesco Cossiga de padecer un equilibrio mental intermitente.
Es evidente que no está bien. Hay que recordarle acusando a Manfred Weber de simpatías por las figuras del nazismo y si les iba dedicar calles como la derecha española se las había dedicado a los franquistas. Era mentira, claro, pero a él qué más le da. NO terminó la cosa aquí. Después de llamarle nazi por alemán se marchó de la Eurocámara cabalgando su risa caballar y dando la espalda al líder del grupo con más representación parlamentaria que en ese momento le estaba respondiendo. Nunca se había visto.
Bueno, pues ayer, junto a Ursula von der Leyen y Charles Michel, que estuvieron muy anfitriones, arropándolo como buenamente podían, insistió en sus críticas a Weber: “Es un error criticar a un Gobierno progresista y europeísta como el que tenemos en España con argumentos falaces de la oposición conservadora española”. Nunca un presidente de turno de la Unión había sido despedido del Parlamento Europeo con abucheos. Qué tío, en algo hay que reconocerle un mérito: ha conseguido que en Estrasburgo lo abronquen como si estuviera en Albacete. Este hombre, es que una vez metida la pata escarba, como hizo con sus críticas a Israel. Finalmente citó a su homólogo polaco, Donald Tusk: «el problema de flirtear con la extrema derecha, es que acabas pensando como ella». Lo dice el tío que se encamó con Pablo Iglesias y le madrugó el programa entero.
Recordará el lector si es que lo hubiere cómo había sembrado Sánchez de expectativas este segundo semestre del año 23 en que a él le tocaba ejercer la presidencia rotatoria de la Unión Europea. Con estilo zafio, en plan gañán, pero es que para él todo es campaña. Y mientras él se despedía de una presidencia con más sombras que luces y permitiendo que toda Europa sepa ahora lo que antes era un conocimiento exclusivo nuestro, él daba algunos pasos más hacia su descalabro. Un suponer la entrega de Pamplona a Bildu, parte del pago por su investidura. Otro suponer: el encuentro pendiente con Puigdemont, que él niega con la boca pequeña, pero Turull afirma rotundamente. ¿Y tú a quien quieres creer, a un Gobierno democrático o a una banda terrorista? Me preguntaba un alma bella cuando el proceso de paz de Zapatero. Yo a quien me diga la verdad. Y ese en ningún caso es Pedro Sánchez.