IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

La tramitación en el Congreso de los Presupuestos Generales del Estado coincide en el tiempo con el Black Friday, esa obscena exaltación del consumo que los animosos organizadores del Fair Saturday tratan de contrarrestar. No es casualidad. Tiene todo el sentido del mundo, una vez que los Presupuestos se han convertido en una almoneda en donde se intercambian votos por favores, en forma de dinero o, lo igual es peor, de símbolos. ¿Ha visto debatir temas relacionados con el gasto social, con las inversiones públicas, con la transformación que necesita el país para alcanzar la competitividad obligada para crear empleo de calidad que sigue siendo la primera prioridad? No. Aquí todo se resume en prometer de nuevo a Revilla su tren a Bilbao a cambio de su voto. ¿Cuántas veces le han vendido el mismo tren? En forzar a las plataformas digitales a que traduzcan al catalán lo que hasta ahora no han querido traducir al catalán o a mantener en la ruina la comisaría barcelonesa que se enfrentó a la ensoñación (TS dixit) del ‘procés’ a cambio del voto de ERC; a dar legalidad al despliegue navarro de ETB que la realidad superó hace años a cambio del voto de Bildu y demás temas igualmente edificantes.

Esa es la parte que se ve, porque no dude de que eso es solo la punta visible del iceberg y lo que ahora no vemos lo iremos viendo según se acerquen las elecciones. Cuando lo que haya que comprar sea el voto en la investidura y no en los Presupuestos anuales. ¿Quedará algo para intercambiar entonces?

El zoco de los Presupuestos se ha visto acompañado de cosas maravillosas. Por ejemplo, la decisión del Govern de incumplir la orden del Tribunal Supremo que pretendía, ¡qué atrevimiento, cuánta opresión y cuánta osadía!, elevar la categoría que allí tiene el español. Las reacciones a este absurdo (Alfonso Guerra dixit) de que el español se enseñe en España como una lengua extranjera han sido variadas. El presidente Sánchez se ha vuelto invisible, la ministra de Educación se ha indispuesto -eso es puntería-, la portavoz ha dicho que ellos no contestan a los tribunales y, la mejor reacción de todas ha sido la del president Aragonès que, visiblemente molesto ante semejante atropello, ha remitido una carta a todos los directores de instituto animándoles a desoír la orden y seguir como están. Es decir, reconoce que no han cumplido la ley en el pasado y animan a que nadie la cumpla en el futuro. ¡Fantástico!

Luego, la vicepresidenta Díaz le echó una sonora bronca en público a su colega el ministro Marlaska por usar una tanqueta en las refriegas de Cádiz. Aseguró que era desproporcionado pues los manifestantes tan solo ejercían sus derechos constitucionales. Repasé alarmado las imágenes y vi a muchas personas lanzando piedras a la policía, quemando contenedores y destrozando el mobiliario urbano de la comarca. Fui corriendo a la biblioteca y releí el ejemplar que guardo de la Constitución -fíjese si seré idiota que le tengo cariño-, y comprobé con desagrado que me han vendido una edición corregida y disminuida. En efecto, allí no figura ninguno de esos derechos. Mañana mismo voy a la librería a protestar. Luego fui a Internet y allí tampoco figuraban. Ya, pero aquí en la red, ¿a quién te quejas de que esté trasnochada?

Por su parte, Odón Elorza no quiso quedarse sin su cuota de protagonismo y lleno de santa ira, dedo acusador en ristre y tensión arterial desbocada, informó a la oposición de que ETA está disuelta y que en el Congreso no hay terroristas (no distinguió entre jubilados y en activo) mientras que su bancada está repleta de fascistas, franquistas y golpistas. Por si había dudas, que allí hay mucho despistado. Creo que no denunció tan grave conspiración, lo cual me parece fatal.

¡Cómo están las cosas! Había empezado a hablar de Presupuestos y mire como he terminado. Desbarrando, ¿no?