EL CORREO 15/05/13
TONIA ETXARRI
Su presencia, mañana en el Parlamento, será testimonial para dar tiempo a decidir quién pasa a ocupar el décimo escaño del PP en el hemiciclo de Vitoria. Pero Antonio Basagoiti, de hecho, ya se marchó ayer de la vida política. En cuanto le pasó el testigo a Arantza Quiroga en la junta directiva, a la espera de la celebración de un congreso extraordinario.
Un día antes de que este relevo se produjera, quien hasta ahora ha sido presidente del PP vasco no dejaba de repetir, en una comida privada: «Mañana lo dejo todo». Sonaba a bolero, cuyo título fragmentado expresaba gráficamente su necesidad de soltar el lastre que ha soportado estos meses teniendo que mantener en secreto su decisión de emprender, junto a su familia, una nueva vida al otro lado del océano. En esa secuencia en la que se expresaba a ritmo de bolero, recibió un mensaje telefónico del lehendakari con la propuesta de convocatoria para el encuentro institucional con los partidos fuera del Parlamento; en Ajuria Enea. La leyó detenidamente y procedió a reenviar el mensaje a Arantza Quiroga para que se hiciera cargo ya de su nuevo cometido.
Fue un traspaso casi mecánico. Le bastó con pulsar el reenvío. Ayer cedió los trastos a su sucesora escuchando las críticas de quienes sostienen que esta forma de proceder en el relevo de la dirección se parece mucho a un «dedazo» y defendiendose diciendo que «siempre se ha hecho así». Y no le falta razón. Su amigo Carlos Iturgaiz adoptó un proceso muy similar cuando comunicó a sus compañeros de la dirección de aquellos años que había decidido que su sucesora fuera María San Gil. Luego vendría el congreso. El propio Iturgaiz lo recordaba ayer. Y le da un consejo a Quiroga: que intente integrar a los críticos cuando celebre el congreso extraordinario.
Han cambiado mucho las cosas desde que Basagoiti decidió asumir la dirección del PP relevando a una María San Gil desengañada con Mariano Rajoy. Basagoiti mantuvo la unión interna, a pesar de las voces críticas, y centró al PP vasco. Pero perdió escaños y votos, como les ocurrió a los socialistas. Dijo que su prioridad era que Bildu no entrase en las instituciones. Pero los herederos de Batasuna volvieron con tanta fuerza que son el segundo grupo en el Parlamento vasco. Mañana, mientras Borja Sémper denuncie el uso del término «presos políticos» cuando la izquierda abertzale se refiere a los etarras que cumplen condena, Arantza Quiroga habrá comprobado que le asistía la razón para negarse a participar en la ponencia de paz porque EH Bildu sigue sin aceptar la deslegitimación del terrorismo.
Y tendrá que delegar en otra persona como portavoz del grupo. Laura Garrido, una buena parlamentaria de consistencia política y bregada en los debates con la izquierda abertzale pero muy desaprovechada, podría tener proyección, aunque hay más posibilidades. Pero esos son ya deberes de la nueva dirección. Antonio Basagoiti sigue recibiendo buenas palabras y mejores deseos de algunos que antaño le observaron con desprecio.
No le gusta que Andoni Ortuzar, desde el PNV, quiera «meter baza» pronunciándose sobre la sucesión del PP. Y sabe que las palabras de Patxi López son sinceras porque, según reconocía la propia Idoia Mendia, «fue un socio leal». Desde luego, cuando se escriba la historia y los narradores recurran al clásico mensaje de que los políticos se aferran a la poltrona, tendrán que citar a Basagoiti como una de las excepciones; una rara avis en peligro de extinción.