TONIA ETXARRI-EL CORREO

Con el aval de la Fiscalía General del Estado de la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de mantener las elecciones en febrero, a la espera de las alegaciones que hoy debiera presentar la Generalitat, los socialistas empiezan a saborear las mieles de una inmediata cita con las urnas. A pesar de la pandemia. Tal como ellos querían. Se va decantando la balanza a favor de los intereses de Sánchez por dos razones fundamentales. Porque la inmediatez de la campaña electoral le garantiza que se mantenga el llamado ‘efecto Illa’ , a pesar de su cuestionada gestión de la pandemia al mando del ministerio de Sanidad. Y porque el tribunal, al aceptar las medidas cautelarísimas, ha dejado al descubierto la fractura entre los independentistas al timón de la Generalitat.

Tanto ERC como Junts per Cat (divididos) quisieron en principio elecciones cuanto antes para delimitar su liderazgo, entre otras cosas. Pero dieron un paso atrás después de haber consultado las encuestas. Y su objetivo, ahora, se había centrado en alejar la fecha de la cita con las urnas. Con la excusa de la pandemia. Y como el PP y Ciudadanos también necesitan tiempo para reforzarse como alternativa constitucionalista se pusieron de ese lado de la línea en donde se argumentaba que existen razones sanitarias para aplazar las elecciones. «Que nadie renuncie al voto por miedo» ha sido uno de los eslóganes que se han intercambiado en una polémica en la que los dos argumentos, a favor y en contra de aplazar las elecciones, se han sustentado en dudas razonables.

Si el objetivo de prolongar la legislatura agotada persigue deshinchar la burbuja del ministro candidato socialista, por la misma motivación ‘sensu’ contrario se puede pensar que la cita inmediata con las urnas persigue aprovecharse del ‘efecto Illa’.

¿Votar con la sugestión del contagio solo puede conducir a un incremento de la abstención? Puede ser. En Euskadi, en las elecciones de julio, se produjo una abstención de casi la mitad del censo. Los independentistas están contrariados. Saben que son sus chapuzas jurídicas las que han conducido a Cataluña a este carajal. A diferencia del procedimiento riguroso y consensuado que se siguió en Euskadi para desconvocar las elecciones de abril y convocarlas en julio, la Generalitat ha querido tomar atajos. Sin consultar a la Junta electoral central, por ejemplo. Con un vicepresidente en funciones de presidente, que sustituye al inhabilitado (Torra) que a la vez sustituyó al fugado (Puigdemont) y cuyas competencias están en entredicho. «¡Que dimita alguien!», pedía en Twitter un peso pesado de JxCAT mirando de reojo a ERC.

Si finalmente las elecciones en Cataluña se celebran en febrero, los socialistas habrán ganado la primera partida. Veremos quién ríe el último. Los socialistas y ERC, aliados en la Moncloa pero rivales en las urnas en Cataluña. Sánchez ya ha visto cómo se las gasta Junqueras. Podría trastocar su plan de formar un gobierno tripartito.