ABC 31/03/15
IGNACIO CAMACHO
· Podemos es una destilación del zapaterismo. El expresidente se reconoce en el aliento adanista del nuevo partido
QUE Podemos es una destilación del zapaterismo lo prueba la simpatía benevolente del propio Zapatero, empeñado en blanquear el proyecto de Pablo Iglesias como una especie de socialdemocracia posmoderna, una nueva vía de la izquierda alumbrada por las candilejas de la crisis. El expresidente se reconoce en cierta forma a sí mismo en el aliento adanista del nuevo partido, y no le falta razón en la medida en que él fue el primer dirigente público de relieve que sugirió la caducidad del régimen constitucional y calificó la Transición de vergonzante pacto impuesto a punta de fusiles. Podemos surgió del 15-M, un movimiento con el que ZP empatizaba sentimentalmente en su fuero interno más allá del pequeño detalle de que protestaba contra su propia política; si no hubiese sido el primer ministro se habría paseado por la Puerta del Sol a conversar con los amotinados del postcapitalismo. Ahora, exilado del poder, parece sentir una cierta cosquilla emocional ante la sacudida rupturista y cimarrona de los jóvenes coletudos; en el fondo fue siempre un radical cuyas tentaciones se escapaban por las costuras institucionales de su cargo.
Por eso, frente a un Felipe González que nunca quiso permitir una fuerza significativa a la izquierda del PSOE, zascandilea entre los bastidores de la política tratando de muñir futuras alianzas de gobierno. El zapaterismo llevaba en su ADN la consigna de aislar a la derecha con pactos de cualquier condición: la estrategia del Tinell, el célebre cordón sanitario. El frentepopulismo. La convergencia con Podemos es para los tardozapateristas un trámite natural y fluido. Ignoran o minimizan la evidencia de que Pablo Iglesias no aspira a ser el costalero del socialismo, sino a sustituirlo en el liderazgo de la izquierda; confían en que, rebajadas sus expectativas en las urnas, tendrán que avenirse a pactos para no caer en la irrelevancia. Y han empezado a moverse con aliados de oportunidad –Bono, García Page, Puig– que necesitarán al nuevo partido para desalojar al PP de ayuntamientos y autonomías; propician desembarcos de cuadros y ejercen de cónsules tranquilizadores ante los empresarios. Son buenos chicos, vienen a decir, algo idealistas e impulsivos, pero ya los encauzaremos nosotros y les rebajaremos su juvenil vehemencia a base de pragmatismo.