Editorial-El Correo
- La Generalitat crea un problema para tapar otro al reclamar ahora el modelo de financiación de Euskadi que rechazó hace décadas
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha defendido un sistema de financiación singular equiparable al del Concierto vasco, por el que Cataluña recaudaría la totalidad de los impuestos y abonaría al Estado un Cupo por las competencias no transferidas, además de una aportación -temporal, ha matizado- a la solidaridad con el resto de España. De esa forma doblaría sus ingresos. El dirigente de ERC se ha quedado solo en su solicitud, coincidente con el adelanto de las elecciones al Parlament y que inevitablemente tendría consecuencias sobre los actuales equilibrios del Estado autonómico en medio de un añejo y no resuelto debate sobre la suficiencia de los recursos de los que disponen las comunidades de régimen común para sufragar los servicios públicos a su cargo. Cualquier propuesta de este tipo debe ser viable en términos económicos y tener en cuenta la realidad del resto de los territorios, lo que no sucede en este caso.
La Generalitat ha incurrido en el error de menospreciar la solidaridad de Euskadi con el resto de los territorios para hacer énfasis en la que ella está supuestamente dispuesta a prestar con una iniciativa por ahora carente de concreciones. No se debería frivolizar con el Concierto vasco y el Convenio navarro; dos piezas de inequívoco valor jurídico-político que expresan el potencial de los derechos históricos y el anclaje de esta tradición foral en la España constitucional, y convertidas en una inequívoca locomotora de progreso económico y social en los últimos 40 años. No es la primera vez que desde Cataluña se alzan voces a favor de un modelo de este tipo, de complicado encaje legal en este momento. Lo habría tenido si sus principales partidos nacionalistas no lo hubieran rechazado en los primeros años de la Transición, de lo que ahora se arrepienten, por sus recelos a una fórmula de riesgo unilateral -sin el salvavidas del Estado en caso de ingresos insuficientes- y a afrontar la ingrata tarea de recaudar impuestos.
Ahora, sometida por una deficiente gestión a una asfixia económica que condiciona seriamente el desarrollo de Cataluña, convendría no trivializar tanto con la historia reciente y saber distinguir la legitimidad de las propuestas de los ejercicios de ligereza semántica que pretenden, por simple emulación, copiar la singularidad del autogobierno de Euskadi y de Navarra para buscar una solución a un problema. Pero no se debe tapar un conflicto buscando otro.