El Covid sumergido

Ignacio Camacho-ABC

  • La sexta ola va a su aire. El Gobierno la ha dejado en manos de la responsabilidad individual y de los tribunales

Imagina que un día sientes síntomas de Covid. Justo cuando tienes un viaje por hacer, un compromiso que atender, un trabajo que terminar, una boda a la que asistir, un negocio por cerrar. Sabes que si te sometes a una PCR o un test de antígenos y sale positivo tendrás que encerrarte como poco durante diez días y poner en cuarentena a tu familia. Un fastidio gordo. Estás vacunado y lo más probable es que la enfermedad, caso de haberla contraído, curse con levedad y sin complicarte la vida. Tienes que elegir entre cumplir con tu responsabilidad moral, social y sanitaria a riesgo de arruinar tus navidades o tus perspectivas laborales, o callar y seguir como si nada aunque tu comportamiento egoísta pueda extender el contagio a tu entorno cercano. Lo normal es que actúes no ya como un buen ciudadano sino como una persona sensata, pero hay gente, bastante, que está optando por la decisión contraria. Los médicos lo llaman ‘Covid sumergido’, y piensan que en buena medida es causa de que la transmisión esté en alza.

Ahora piensa, no en nadie en concreto, sino en Sudáfrica. Sus autoridades detectaron la variante Ómicron e hicieron lo que correspondía: dar la voz de alarma. En 48 horas, el país estaba literalmente apestado ante una comunidad internacional presa del pánico. Sus conexiones aéreas fueron cortadas de inmediato sin que nadie esperase a saber el impacto de la mutación y mucho menos se ofreciese a brindarle ayuda. Ningún Estado de los que se apresuraron a cerrarle los vuelos se ha mostrado dispuesto a proporcionarle más vacunas. Adivina, visto lo visto, lo que hará la próxima nación que encuentre una cepa nueva del virus. Si lanza la alerta como es debido, sus intereses económicos estarán en peligro y la población acusará a sus gobernantes de hacer el primo. Y el Covid volverá a correr en silencio hasta que sea demasiado tarde para detenerlo porque el mundo que reprocha -con razón- a China su encubrimiento castiga paradójicamente a quienes reaccionan del modo correcto.

Claro que en España da igual porque en cualquier caso el Gobierno va a seguir cruzado de brazos. Si no tiene criterio, ni plan, ni estrategia de contingencia, cómo va a tener dilema. Desde que el ‘bicho’ al que dio por derrotado se empeñó en dejarlo en evidencia, el presidente ha decidido ignorar la pandemia. No se pronuncia sobre el avance de la infección, ni sobre Ómicron ni sobre Delta ni sobre el certificado de vacunación ni sobre ningún debate que pueda ocasionarle alguna clase de desgaste, y deja las medidas de contención que proponen las autonomías en manos de los tribunales. La crisis no la está gestionando la política, ni la medicina, sino la justicia y una vaga responsabilidad individual que puede amparar conductas solidarias o mezquinas. La ley y la conciencia. El poder ni está ni se le espera. Hace tiempo que se desentendió del problema.