VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 27/02/16
· Diego Torres empezó muy crecido pero acabó encogido sobre sí mismo, patéticamente encerrado en su silencio. Pero antes de cerrar la persiana se esforzó en transmitir a la opinión pública, más que al tribunal, la información de que el Rey Juan Carlos, junto a los miembros de su Casa, no sólo estaban al tanto de las «impecables» actividades del Instituto Nóos, sino que prácticamente el anterior Jefe del Estado era el CEO de la empresa. Naturalmente, no es esto lo que se juzga pero sí era esto lo que Diego Torres quería dejar sembrado. La veracidad o no de sus afirmaciones quedará probablemente en el aire para siempre si no aparece durante la vista oral algún testigo que desmienta la versión del socio de Urdangarin.
Cabe preguntarse qué ha buscado el profesor de Esade con ese afán de extender hasta el mismísimo Rey emérito, incluida su «amiga» Corinna Larsen, la implicación en los negocios que ahora se juzgan. Imposible pensar que creyera que, ante el riesgo de incluir, aunque sea indirectamente, a la Corona en un presunto delito, el tribunal se fuera a echar atrás y él pudiera beneficiarse de los efectos de ese imaginado miedo reverencial al ex jefe del Estado. Eso sería un acto de ignorancia y de torpeza extremas y la demostración del desconocimiento de que en España los jueces son independientes.
Por tanto, lo que ha podido mover a Torres a extenderse tanto y tan detalladamente en esta derivada no ha podido ser otra cosa que la venganza, la respuesta despechada de un hombre acorralado que quiere llevarse por delante a todo el que pueda derribar. Una forma inútil de consuelo. Pero el hecho es que el daño hecho por sus declaraciones al antiguo Rey de España es inmenso porque ha pintado un cuadro tremendo según el cual Don Juan Carlos y sus colaboradores estaban metidos hasta los ojos en el ajo Nóos.
No cabe aquí sino alegrarse del acierto que supuso en su día la abdicación de la Corona y también de la infinita distancia que, por fortuna, los actuales Reyes han puesto entre la institución y todos los procesados. De no haber sido así, la Monarquía, y con ella la Constitución, estarían ahora mismo tambaleándose.
Por lo que se refiere a Iñaki Urdangarin, su declaración acaba apenas de empezar. Pero a tenor de lo visto, él no sabe nada, no se ocupaba de nada y por supuesto no cobraba comisión alguna. Si este es el tenor de su estrategia de defensa, es seguro que vamos a asistir a una versión bis de la actuación de la Infanta Cristina ante el juez Castro. De seguir así las cosas, nos vamos a encontrar con un relato que describe las andanzas del Instituto Nóos como un proyecto tutelado, ¡qué digo tutelado!, conducido y dirigido por la Casa Real, cuyas instrucciones seguían obedientemente un profesor de alto nivel y un yerno bobo que no se enteraba de nada, y que ponía en práctica un administrador que ideaba todas las fechorías. A ver quién se cree este cuento.
VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 27/02/16