Ignacio Camacho-ABC
- El buen trabajo de Cs en Andalucía lo malogró Arrimadas con su torpeza estratégica. Marín va a pagar culpas ajenas
Gobernar bien durante tres difíciles años para que los votos que premian ese trabajo se los lleve tu aliado. Ésa es la ingrata paradoja andaluza de Ciudadanos, impecable y eficaz socio del PP que sin embargo está a punto de pasar, según las encuestas, de veintiuno a cero diputados. El pacto de coalición ha funcionado tan bien que a Juanma Moreno le encantaría renovarlo pero al mismo tiempo necesita, puro darwinismo político, que los votantes del partido naranja se pasen a su bando para aproximarse a la barrera de los cincuenta y cinco escaños. De Juan Marín, al que ofreció ir en sus listas, no se puede quejar: incluso le ‘subcontrató’ la defensa del Ejecutivo en los dos debates televisados mientras él se mantenía al margen sin entrar al trapo de los ataques adversarios.
Y el vicepresidente cumplió hasta el final fajándose contra Olona y Espadas con lealtad de pretoriano.
El problema de Cs no consiste, como creen sus dirigentes, en no haber logrado que se distingan sus políticas. En todas las alianzas la parte mayor luce más que la chica. Lo que lo ha colocado al borde de la desaparición fue aquella moción fallida, la de Murcia, con que Arrimadas quiso marcar perfil propio y emprender una ruta distinta a la de Rivera acercándose a los socialistas. Ése fue el momento en que se disolvieron sus últimas expectativas, como quedó demostrado primero en Madrid y después en Castilla. Sólo Marín y su equipo, y con mucho esfuerzo no exento de contestación en sus filas, han conseguido estirar las posibilidades de supervivencia en Andalucía a base de colaborar con dignidad y honor en un proyecto centrista. Han gestionado bien la educación, la asistencia social, el turismo, la economía, y si no han obtenido ganancias específicas es sobre todo porque la líder nacional destruyó el valor de las siglas con un movimiento doblemente suicida: romper un compromiso institucional y ofrecerse como cómplice sanchista.
Ahora sus esperanzas son escasas y centradas en las provincias de Sevilla y Málaga, donde para colmo la cabeza de lista venció a la candidata apadrinada por Marín en las primarias. Si sacasen alguna tajada sin perjudicar la facturación del PP, Moreno encargaría misas de acción de gracias. A él sí le quita de verdad el sueño la perspectiva de compartir con Olona el Gobierno. Pero la hipótesis de reeditar el trato de esta legislatura entra en el terreno milagrero, o al menos en la horquilla menos verosímil de los sondeos. Para ello sería preciso que Cs recogiese voto de socialistas descontentos, y aun así la transferencia iría en menoscabo del empeño de los populares en crecer por el centro. Simplemente sucede que a menudo las leyes no escritas de la política son injustas. Y que tras haber cumplido con solvencia una tarea difícil en una etapa muy dura, un grupo de personas competentes puede acabar pagando culpas que no son suyas.