IGNACIO CAMACHO – ABC – 30/11/15
· C’s es ahora el principal problema del PP porque surge de sus propios errores. El mayor, el de no haberlo visto venir.
Amedida que se aproximan las elecciones, los estrategas del PP se empiezan a dar cuenta de que su problema principal se llama Ciudadanos. Ni el PSOE, ni Podemos ni el eventual acuerdo de ambos: es el partido de Albert Rivera el que le va a impedir a Rajoy una victoria suficiente para la investidura aunque tal vez acabe facilitándosela con pactos. Esto lo vuelve aún más peligroso porque se trata de un adversario al que el marianismo no puede tratar como enemigo. Pero sobre todo, al margen del resultado final, C’s ha provocado ya una fractura significativa del centro-derecha español, cuya unidad era el principal patrimonio del PP desde el aznarismo. Y eso ha sucedido porque los populares han cometido todos los errores que podían permitirlo.
El mayor fue el de no ver venir la irrupción riverista. Todavía hace pocos meses, antes del verano, los cerebros de La Moncloa confiaban su estrategia a la explotación del miedo a la izquierda tras los pactos locales. Se veían como dique único frente a la alianza social-populista. También habían minusvalorado a Podemos, los famosos frikis de Arriola, pero en el fondo les servían para concentrar el voto moderado; el resto del trabajo lo iba a hacer el despegue de la economía y del consumo.
En ningún momento contaron, hasta las elecciones catalanas, con el surgimiento de una fuerza capaz de disputarle la simpatía de sus sectores naturales de respaldo. Una derecha bonita, joven, centrista, reformadora y sobre todo limpia: limpia de corrupción y de pasado, atractiva para las élites urbanas y la generación de hasta 45 años. El segmento menos proclive al conformismo pragmático.
El marianismo ha pasado tres años y medio con un planteamiento equivocado que se basaba en los actores convencionales de la vida pública. Por eso no dio importancia inicial a la corrupción en la falsa seguridad de que al afectar también a los socialistas dejaba intacto el statu
quo. No comprendió hasta qué punto el espacio sociológico maduraba para la creación de nuevos competidores, alzados desde unas tertulias de televisión en las que el PP decidió no comparecer hasta muy tarde. Y no supo leer los resultados de las elecciones parciales, en la creencia de que su retroceso obedecía a un voto de castigo pasajero. Ha trabajado con un esquema rígido, falto de comprensión de la realidad y de intuición política.
Ahora se enfrenta a una expectativa consolidada que, en cualquier caso, va a alcanzar una importante masa crítica surgida de la desafección de sus filas. La suficiente para resultar determinante en la elección presidencial. De momento ha bastado para poner al presidente en fuga de unos debates en los que teme confrontar su falta de frescura con la empatía telegénica de un Rivera experto en frases huecas pero eficaces. Preparado para contender con los rivales de siempre, Rajoy ha topado con la competencia de su propio esqueje.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 30/11/15