Paradojas Turcas

GABRIEL ALBIAC – ABC – 30/11/15

· Turquía es uno de los pilares materiales y simbólicos del islamismo.

Una acción militar rusa contra Turquía, ¿arrastraría la automática respuesta de la OTAN? Conviene leer con atención el tratado fundacional de la Alianza. «Artículo 5. Las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas,

acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la parte o partes así atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las otras partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer y mantener la seguridad en la región del Atlántico Norte».

La literalidad del texto deja poca duda en lo que define como una agresión con respuesta inmediata: un ataque armado, «acaecido en Europa o en América del Norte», se considerará como un ataque dirigido contra todos los miembros de la Alianza. Turquía, por más integrante pleno de la OTAN que sea, no es identificable, ni geopolítica ni culturalmente, con eso a lo cual llamamos Europa: lo que fue definido, en el siglo XVI, como el mundo que alzaba sus fronteras frente a la amenaza otomana. El tratado de Washington habla de Europa y del Norte de América. La hipótesis de un choque militar entre rusos y turcos, pondría a la OTAN ante una ambigüedad difícil de eludir. Erdogan está jugando todas sus bazas sobre la impunidad que su pertenencia a la OTAN le otorgaría. Sólo que esa impunidad es dudosa.

Erdogan ha sido el reislamizador de Turquía. El hombre que consuma una regresión trágica: el fracaso del único intento de Estado laico en un país musulmán. Mustafá Kemal, al frente de los jóvenes militares que crearon la Turquía moderna, consiguió el prodigio de hacer con los restos del sultanato un Estado aconfesional normalizado. Triunfó sólo medias. Y, después de la muerte de Ataturk en 1938, fueron las sucesivas dictaduras militares las que hubieron de apuntalar aquella revolución suya sin precedentes: salir del islam hacia Europa. Tayip Erdogan acabó con eso en 2003. Y con cualquier europeidad turca verosímil. Y hoy la Turquía sunita, que sigue integrada en la OTAN, es uno de los pilares materiales y simbólicos del islamismo. Al mismo tiempo que canal de exportación del crudo para financiar a Estado Islámico.

Cuando Turquía se vio forzada a intervenir en el norte de Siria, lo hizo para bombardear a las únicas fuerzas que combatían a EI: los kurdos. Cuando Francia estaba a punto de sellar un acuerdo con Rusia para aniquilar a EI, Turquía derribó un caza ruso. Y reclamó el apoyo de sus aliados de la OTAN. Un sabotaje perfecto de la alianza entre Hollande y Putin contra los yihadistas. Eso pensó Erdogan. Es razonable. Pero es muy cuestionable que el Tratado de Washington sea automáticamente aplicable a esta Turquía islamista.

GABRIEL ALBIAC – ABC – 30/11/15