José Antonio Zarzalejos-EL CONFIDENCIAL
- Tras los PGE y el 14-F, Iglesias seguirá en el Gobierno. Ha logrado liquidar a Cs, podemizar al PSOE, reunir una mayoría de extrema izquierda y logrará la excarcelación de los presos catalanes
El caso de Pablo Iglesias es distinto. No hay político que no disponga de un proyecto personal en la vida pública, pero tratándose del líder de Podemos, parece claro que su futuro lo vincula a unos objetivos estratégicos, no solo tácticos, poco probables pero no inverosímiles. La gran ventaja de Iglesias sobre Sánchez reside, justamente, en que el primero no tiene un proyecto definido a medio y largo plazo para España (lo improvisa en función de las circunstancias), y el segundo se marca objetivos y los pelea porque aspira a culminar una transformación de la Nación y del Estado.
El veto de Sánchez a Iglesias, previo a su abrazo el 12 de noviembre de 2019, se explicaba en la pretensión del socialista de no compartir el poder, de gobernar en solitario y solo con el apoyo externo de los morados mediante la «cooperación» pero nunca en una «coalición». Esa batalla la ganó Iglesias. Y acaba de hacerlo también con la construcción de una mayoría para aprobar los Presupuestos. Sánchez la ha consentido porque las nuevas cuentas públicas le garantizan seguir en la Moncloa. Para Iglesias esa mayoría representa mucho más. Supone cubrir con éxito la primera etapa de su proyecto, que pasa por incorporar a la «dirección estratégica del Estado» a fuerzas que equilibran la desigualdad de su peso y funciones en el actual ejecutivo de coalición. La alianza entre UP, ERC y Bildu (53 escaños) es un contrapeso al PSOE, es también una advertencia y, sobre todo, constituye un proyecto para la deconstrucción del Estado a través de la instalación en Euskadi y Cataluña de gobiernos centrífugos que colaboren en convertir el actual sistema institucional en otro plurinacional y republicano. Obviamente, es un proyecto a medio y largo plazo, pero ha presentado ya sus cartas credenciales.
La estrategia del dirigente de Podemos, una vez que ha logrado que dos partidos antisistema, acampados en posiciones de extrema izquierda, hostiles por completo a la Constitución de 1978 hayan alcanzado un estatus de respetabilidad política al pactar con el PSOE y una asunción natural de su protagonismo por una parte de la ciudadanía mediante una sofisticada herramienta narrativa, consiste en que lideren o se introduzcan en los Gobiernos de los dos territorios en los que la presencia del Estado es ya residual, casi inexistente: Cataluña y País Vasco.
El propósito de Iglesias es de difícil pero no de imposible consecución. El dirigente populista patrocina el acoso de Bildu al PNV y apuesta por ERC frente a los otros secesionismos catalanes no netamente izquierdistas. Galicia no está fuera de ese foco, aunque es un objetivo más lejano. Pero Iglesias cuenta allí con el BNG. Y está muy atento a Navarra, en donde Bildu tiene algo que decir.
El secretario general de Podemos aprovecha el tiempo en el Gobierno —sabedor de que fuera de él su relevancia sería ínfima— para consolidar una alianza que impulse una deconstrucción del Estado y de España. No es un intento nuevo. Ya existieron los pactos de GALEUSCA, el acrónimo de las tres comunidades que firmaron acuerdos para la confederación plurinacional en 1923 y 1941.
Esta unidad de acción de la izquierda extrema y de los independentistas sabe muy bien cuáles son sus limitaciones. Ya no estamos en tiempos de que acontecimientos derogatorios tumben la Constitución, ni la pertenencia de España a la Unión Europea y a la OTAN permite anacrónicas revoluciones. El intento consiste en una erosión constante de los fundamentos del sistema de 1978, en el vaciamiento de algunos de sus mandatos, en el logro de la irrelevancia de algunas instituciones (desde luego, de la Corona) y en la expulsión progresiva de la presencia del Estado en esos territorios y de los factores identidad española —como la lengua— en esas comunidades.
El PSOE y Sánchez no están en ese proyecto ni lo desean. Pero han necesitado de todos los participantes en ese objetivo para sostenerse en el Gobierno y prolongar el mandato del presidente, con la arriesgada creencia de que terminarán cortocircuitando su intento. El problema es que el proyecto de deconstrucción de España —en su versión estatal y nacional actual— ha avanzado y el socialismo en el Gobierno de coalición está atrapado por su insuficiencia parlamentaria y por la ausencia de un proyecto alternativo al de su socio en el Consejo de Ministros.
Después de los Presupuestos y de las elecciones catalanas del 14-F, Iglesias seguirá en el Gobierno y continuará trabajando en su propósito. Para ello, y entre otras medidas, necesita que Vox se robustezca —lo que es probable— y el PP se debilite, y que las bases socialistas se sigan ‘podemizando’. De momento, el proyecto de Iglesias parece exitoso porque consigue, paso a paso, sus objetivos entre los que estaba liquidar a Ciudadanos. Conseguido también. No tardará en lograr el indulto de los políticos sediciosos, la modificación exprés del Código Penal — lo exigirá con más empeño después del auto del Supremo de este viernes que les deniega el tercer grado— y el completo acercamiento de los reclusos de ETA que hace solo unas horas alcanzó un nuevo registro: seis aproximaciones el mismo día. Buen balance para el vicepresidente segundo.