PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO – 28/08/14
· La máxima figura del Pueblo Vasco debe devolver esa experiencia a su sociedad, mostrando la conexión que existe entre educación, ideología y práctica política.
Si contamos desde que el Estatuto de Autonomía de Gernika echó a andar a finales de 1979, son cuatro los lehendakaris que ya no viven en Ajuria Enea. La enjundia de haber sido «la máxima representación del Pueblo Vasco» –tal como se la define en el decreto que regula el ‘Estatuto del exlehendakari’, aprobado por Juan José Ibarretxe a los pocos días de acceder al cargo en enero de 1999–, confiere a esta figura una importancia y un rango que todo ciudadano vasco entiende como consustancial a nuestro sistema político. Por medio de ese decreto, se dota a todos los exlehendakaris del tratamiento de ‘excelentísimo señor’ y el uso honorífico del título de ‘lehendakari’, así como de medios materiales y personales al efecto, y de provisión presupuestaria para satisfacerlos.
A raíz de la pregunta del parlamentario Gorka Maneiro sobre los gastos endosados al Gobierno vasco desde que dejó el cargo en 2009, nos hemos enterado de que el exlehendakari Ibarretxe lleva cobrados unos 25.000 euros hasta ahora. Pero tras la previsible reacción defensiva del PNV, que minimizó la cantidad –le salen unos módicos 422,8 euros al mes– atribuyéndolo, en cualquier caso, a gastos de representación como exlehendakari, lo que ha quedado en el ambiente es la duda sobre si esos gastos corresponden efectivamente a ese fin o son, más bien, derivados de la conocida actividad docente e investigadora emprendida por Ibarretxe desde que dejó la Lehendakaritza, y a la que se dedicó con intensidad a partir de 2010, cuando obtuvo el grado de doctor con una tesis donde postula el agotamiento del Estatuto de Gernika, un nuevo marco de autogobierno para Euskadi y la necesidad del reconocimiento del derecho del pueblo vasco a decidir, todo ello inspirado en lemas como «small is beautiful and powerful» o «local moves the world».
A un proyecto tan ambicioso como el encabezado por el exlehendakari Ibarretxe, que cuenta con una infraestructura investigadora y divulgadora dirigida desde la Fundación Agirre Lehendakaria Center y la colaboración de varias universidades norteamericanas, no le hacen ningún favor este tipo de dudas, en cuanto a la justificación de los gastos ahora conocidos, y no solo porque está en juego la integridad y credibilidad de ese proyecto, sino porque en él también está implicada, desde su mismo inicio y de modo destacado, nuestra UPVEHU. Y no hay tampoco ninguna necesidad, sino todo lo contrario, de afectar, con malentendidos así, no resueltos, la imagen de la Universidad vasca de cara a sus imprescindibles relaciones en investigación y desarrollo con universidades punteras de todo el mundo.
Lo que aquí se dirime, por tanto, no es si el proyecto de Ibarretxe nace íntimamente vinculado a su condición de exlehendakari, como efectivamente ocurre, sino si la dignidad y prestigio de haber sido la máxima representación de Euskadi justifica o no cargar al Gobierno vasco los gastos generados por un proyecto cuya carga ideológica es tan manifiesta. Y si lo que se pretende, como parece, es convertir la actividad académica en prolongación de la política: ningún problema, siempre y cuando la institución del exlehendakari no quede gravemente mediatizada por ello.
La iniciativa universitaria de Ibarretxe, despejadas estas sospechas que ahora la empañan, se aproximaría bastante a la de un exlehendakari ideal que, tras el acervo acumulado durante su mandato, devolviera esa experiencia a su propia sociedad, mostrando la íntima imbricación que debe existir entre universidad, nivel cultural de una colectividad, ideologías y práctica política. Y basta con referirnos al caso del último exlehendakari, Patxi López, para comprender mejor lo que aquí se dilucida.
Siendo el único no nacionalista del selecto club de exlehendakaris, López no está por la labor de hacer prevalecer esta condición sobre todas las demás de su trayectoria política, lo cual constituye una auténtica catástrofe para el constitucionalismo vasco: su nuevo destino en la ejecutiva de Pedro Sánchez le obligará a estar fuera de Euskadi diagnosticando los problemas que conciernen al socialismo en toda España, como nuevo secretario de Acción Política del PSOE.
El de Portugalete sigue así la estela de un gran número de políticos vascos de primer nivel que han proseguido su trayectoria fuera de aquí. Siendo el acoso totalitario de la presión terrorista que padecieron la principal y comprensible razón por la que esos políticos no nacionalistas se marcharon de Euskadi, como quedó probado durante las décadas anteriores, aquello ya pasó. Pero es que, además, López no cuenta tampoco con nadie entre sus predecesores en el éxodo vasco que llegara a lehendakari, listón que quedará como inalcanzable también para cualquier otro político vasco no nacionalista por mucho tiempo, lo que le confiere una gran singularidad a su figura política.
Dicho lo cual, si su nueva ocupación va a ser la de recuperar para el PSOE el contacto perdido con su propia gente, sería muy de desear, tal como ha prometido –y a una promesa de exlehendakari se le debe dar cierto crédito–, que no olvide su condición de socialista vasco, aunando así su nuevo cargo con el anterior de lehendakari, para poder estudiar sobre el terreno, a la manera de Ibarretxe con su proyecto nacionalista, las causas por las que el socialismo vasco, y el constitucionalismo en general, están perdiendo tantas adhesiones en Euskadi, empezando por la propia Margen Izquierda, que tan bien conoce Patxi López. Seguro que no le iban a faltar apoyos para desarrollar ese estudio, quizás tantos como los que recibe Ibarretxe. Entonces, ¿vería el PNV igualmente normal que también en un caso así se cargaran los gastos, con ese fin tan distinto del nacionalista, al estatuto de exlehendakari? De saberlo, quedaría todo un poco más claro.
PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO – 28/08/14