El fracaso de discrepar

José Yoldi, EL PAÍS, 6/6/2011

El Constitucional autorizó finalmente la participación de Bildu, pero por seis votos contra cinco. Los cinco magistrados que habían quedado en minoría acusaron a sus seis compañeros de haber invadido competencias del Supremo, cuando habían hecho exactamente lo mismo que en 2009, cuando por unanimidad autorizaron la candidatura de Iniciativa Internacionalista.

«Todo voto particular es un fracaso». Así se expresaba la vocal del Consejo General del Poder Judicial Almudena Lastra cuando yo elogiaba su valentía al discrepar en un pleno del organismo con todos los demás consejeros.

El Consejo es el órgano de gobierno de los jueces y el teórico encargado de defender la independencia judicial. Sin embargo, su vicepresidente Fernando de Rosa -que había sido conseller de Justicia y Administraciones Públicas en el Ejecutivo valenciano presidido por Francisco Camps- había arremetido contra esa independencia cuando en una entrevista televisiva acusó al juez Baltasar Garzón de «estar pasando una línea roja muy importante, que es la prevaricación». Garzón era entonces el instructor del caso Gürtel, en el que ya aparecía la implicación de Camps en el asunto de los trajes gratis total y la supuesta financiación irregular del PP.

De Rosa, que había sido elegido a propuesta de ese partido, fue denunciado por atacar a la independencia judicial, pero el Consejo no le reprobó, sino que admitió las disculpas que este presentó. Lastra, sin embargo, consideró que eso no era suficiente y por eso emitió un voto discrepante, en el que dejaba claro que ella no respaldaba esa decisión.

«El voto es un fracaso», argumentaba, «porque no has podido convencer a la mayoría de que tus puntos de vista son los correctos». Sin duda tiene razón en estricta puridad. Lo que ocurre es que en un momento en el que casi todo el mundo vota de acuerdo con la adscripción ideológica o política del partido que te ha llevado a la institución, un voto particular contra todos tus compañeros por no reprobar al vicepresidente es un voto que demuestra coraje y valentía.

El caso es que varios profesionales del derecho me han hecho ver la proliferación desmedida de votos discrepantes en todo tipo de resoluciones y tribunales, algo que hace 20 años no pasaba. Antes era raro o tenía que haber una diferencia de criterio muy grave para que un magistrado redactara un voto particular. La votación se producía y si se quedaba en minoría, se asumía la postura mayoritaria. Generalmente, no solía haber problemas, o a lo sumo se arreglaba tomando unas cervezas en el bar, según varios magistrados.

De un tiempo a esta parte, no hay sentencia que no tenga uno o varios votos discrepantes. Parece que, igual que las posturas políticas se han enconado, la necesidad de comunicar a los tuyos tu posición también se ha exacerbado.

Ocurre en todos los tribunales: Supremo, Audiencia Nacional, Tribunales Superiores de Justicia, pero quizá, donde más se aprecia, seguramente por el carácter más político del organismo, es en el Constitucional (TC).

En un recuento no exhaustivo, pero muy significativo, elaborado por Julio M. Lázaro, los votos discrepantes en el TC son como un tsunami, desbordantes.

Así, en la cuestión de inconstitucionalidad de la Ley del Matrimonio Homosexual hubo cuatro votos particulares, de los 12 que integran el alto tribunal; en el Estatuto de la Comunidad Valenciana, por la cuestión del agua, hubo cinco votos; en la Ley de Igualdad, un voto; en el plan Ibarretxe, cinco votos; en la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, en la que el pleno estaba compuesto por ocho magistrados, hubo tres votos discrepantes; en la de Derechos y Deberes de los Extranjeros en España, tres votos; en la de Violencia de Género, cinco votos; en el Reglamento del Senado, tres votos; en la suspensión cautelar de la Ley del Aborto, cinco votos; y en el Estatuto de Cataluña, cuatro votos sobre el articulado, porque respecto al Preámbulo, en el que se decía que Cataluña es una nación, dos de los integrantes de la mayoría votaron con la minoría, para invalidarlo.

Últimamente, el Supremo rechazó el acceso de Sortu a las elecciones del 22-M por nueve votos a favor y siete en contra: mientras que sobre la participación de Bildu se denegó por casi idéntica votación nueve frente a seis. El Constitucional autorizó finalmente la participación de Bildu, pero por seis votos contra cinco. Los cinco magistrados que habían quedado en minoría acusaron a sus seis compañeros de haber invadido competencias del Supremo, cuando habían hecho exactamente lo mismo que en 2009, cuando por unanimidad autorizaron la candidatura de Iniciativa Internacionalista. ¿No les parece un fracaso muy poco edificante?

Decía Nietzsche: «Hay almas esclavizadas que agradecen tanto los favores recibidos que se estrangulan con la cuerda de la gratitud».

José Yoldi, EL PAÍS, 6/6/2011