Ignacio Camacho-ABC
- El bloque contra la Constitución y el Estado de Derecho presentó credenciales en el aniversario del golpe de Tejero
Sin tapujos, sin evasivas, sin rodeos. Sin cortarse un pelo y con claridad infrecuente en este tiempo de eufemismos, vaguedades y mentiras a tiempo completo. Se juntaron los portavoces independentistas en el Congreso, declararon que el 23-F fue una ‘operación de Estado’ para secuestrar la democracia bajo la égida de la Monarquía y el Ejército y postularon la ‘ruptura con el régimen del 78’ en un manifiesto leído en voz alta y con gesto serio. Faltaba Podemos, que siempre ha defendido esa tesis, pero de las palabras de Iglesias, por una vez comedidas, cabía deducir su pleno acuerdo: de hecho sus diputados recibieron el discurso del Rey en significativo silencio. El nuevo frente contra la Constitución y la Corona -casi setenta escaños, un quinto del Parlamento- exhibió sus credenciales en el aniversario del golpe de Tejero. Están en su derecho; ésta no es una democracia militante que exija acatamiento. La anomalía, no por conocida menos insólita, consiste en que todos los que impugnan el Estado y su ordenamiento forman el bloque que sostiene al Gobierno cuyos decretos firma Felipe VI.
Es llamativa la arrogancia con que han desdeñado el simbolismo de la fecha. Al contrario, no ven en ello ningún problema. Lejos de preocuparse por la coincidencia, por el evidente paralelismo del pronunciamiento militar con su proclama insurrecta, la han subrayado de manera expresa para dejar patente su rechazo al sistema. La mayoría de las fuerzas firmantes justifica o ampara la coerción violenta: desde los herederos del proyecto de ETA hasta las CUP que alientan en Cataluña la subversión callejera, pasando por los separatistas de ERC y Junts, que derogaron la Carta Magna por su cuenta y organizaron una sedición en apoyo de su declaración de independencia. Y sus dirigentes, como los de la asonada del 81, han recibido de la justicia la correspondiente condena.
Estos son los socios con los que Sánchez comparte la dirección del Estado mientras homenajea al Rey con rigor protocolario después de haberlo presionado para expatriar a don Juan Carlos. Su iniciativa de responder a los secesionistas con un pacto de colaboración y una oferta de diálogo es tan contradictoria y chirriante como la hipótesis contrafactual de que Calvo Sotelo hubiese gobernado con Armada, Milans o Blas Piñar tras el tejerazo so pretexto de reintegrarlos al marco democrático. El independentismo tiene motivos para sostener con la frente alta su desafío: es plenamente consciente del papel decisivo que el presidente le concede en el mantenimiento de su statu quo político. El drama de la nación consiste en que su estabilidad institucional (?) depende de unos partidos dispuestos a hacerse fuertes en la estrategia del conflicto. Y que, a diferencia de Sánchez, muestran una orgullosa coherencia con sus compromisos y una histórica tenacidad en la persecución de sus objetivos.