Las cosas entre los socios del Gobierno andan tensas ma non troppo. Los diputados socialistas se habían cruzado ostensiblemente de brazos para demostrar que no aplaudían a Iglesias. Este se tomó su venganza ayer, durante el breve acto conmemorativo del 23-F en el Congreso, primero mano sobre mano y después absorto en su móvil. También asistió el otro miembro de la extraña pareja que no detuvo su cochecito al pasar frente al Rey. El cámara de TVE debió de sentirse absorto por la lámpara del Salón de los Pasos Perdidos donde se celebró al acto, porque nos la acercó en plano fijo durante algunos minutos

Ese personaje absurdo al que Sánchez nombró vicepresidente, dio una vuelta de tuerca más a su delirio comparando al Rey que paró el golpe con el rapero Rivadulla. Y lo hizo mintiendo, en su mejor estilo, diciendo que el primero está huido y el segundo preso por cantar. Vamos a ver, Aigor: el que está huido de la Justicia es Puigdemont, al que tú consideras exiliado. El emérito está en el Golfo, caramba qué afinidad, por su voluntad, porque no tiene pendiente cuenta alguna en los tribunales. El rapero está donde debe estar porque ha ido acumulando cargos: injurias a la corona, enaltecimiento del terrorismo, obstrucción a la Justicia, amenazas y agresiones. Y otra que tiene colgando por asalto a la Subdelegación del Gobierno en Lérida.

Mientras Pablo Iglesias asistía al acto y a los discursos de Meritxell y el Rey, que destacó justamente “la firmeza y autoridad” con que su padre hizo frente al desafío, los socios del Gobierno: ERC, JxCat, PdeCat, EH Bildu, Cup y BNGa leyeron un comunicado; bueno, en rigor lo leyó Rufián, los demás hacían el coro. El comunicado era como las declaraciones de la ninistra de Igualdad: mostraba las trazas intelectuales de Aigor, qué más les voy a decir: el régimen del 78, la falta de normalidad democrática y el candado constitucional. Luego los socios de Pedro se negaron a repetir en castellano el mensaje particular que cada uno de ellos había dado en vernáculo. Los periodistas se les plantaron, alguna vez tenía que ser.

En estos días hemos vuelto a ver imágenes de dignidad: En primer lugar, la del general Gutiérrez Mellado un anciano que resistió a pie firme los intentos para derribarlo de hombres jóvenes y armados y que no descompuso su figura, en jarras, mientras aquellos tipos disparaban contra el techo del Congreso. En segundo término, la del presidente Suárez, que salió de su escaño para acudir en ayuda de su vicepresidente. Y en tercero, Santiago Carrillo, que permaneció sentado en su escaño y fumando (Peter Stuyvesant).

Tanto la presidenta del Congreso como esa virtuosa en el arte de despeñar las ‘d’ intervocálicas reconocieron el papel del Rey Juan Carlos en la defensa de la democracia y la derrota de los golpistas.

Había imágenes menos dignas: las de los guardias de Tejero descolgándose hacia la calle por las ventanas del Congreso, con sus armas en bandolera, hacia el mediodía del día 24. Ni Meritxell ni la rapsoda imposible piensan que sus socios de hoy son tan golpistas como los guardias de la foto, aunque hayan ganado en prestancia: ellos entran y salen del Congreso por las puertas de la calle Cedaceros.