El Gobierno amontonado

ABC 04/02/16
IGNACIO CAMACHO

· El Gabinete que Sánchez pueda formar estará obligado a negociar cada día consigo mismo su propia supervivencia

ESTÁ exultante. Con un optimismo tardozapaterista, Sánchez va cumpliendo el plan que trazó en mayo, o antes, y que vislumbró con claridad la noche del 20-D, cuando sus adversarios internos se lamentaban del descalabro. Una alianza multipartita contra el PP, un Gobierno derogatorio. A base de tenerse fe ha logrado torear a los críticos de su partido, aislar a Rajoy y sacar petróleo de una derrota histórica. Ha utilizado a Ciudadanos para colocar a Patxi López al frente de las Cortes y se dispone a volverlo a usar en otra envolvente contra el marianismo. Su vía de negociación está clara desde el principio: Podemos, IU y los nacionalistas, pero antes necesita un poco de postureo con C’s para darse una pátina de moderantismo. Sabe que un acuerdo con Rivera no suma mayoría útil sin la colaboración de los populares; sin embargo necesita fingir una aproximación centrista para legitimarse en sustitución de la investidura-linchamiento a la que ha renunciado el presidente en funciones. Después de haberle dado diecisiete calabazas al PP todavía lo veremos culpar a la intransigencia de la derecha de empujarle en brazos de los radicales.

Así las cosas, ha nombrado un equipo negociador con personas de estricta confianza y restos de la vieja guardia del rubalcabismo. La misión de ese grupo de gente sensata consiste en lograr que los posibles socios tengan cuidado con lo que piden porque el jefe se lo puede dar. Sánchez quiere la Presidencia y si es preciso ofrecerá a cambio el poder. Su objetivo no es armar una coalición, sino amontonar votos favorables. El Gabinete que pueda formar estará obligado a negociar cada día consigo mismo su propia supervivencia, pero eso debe ser pan comido para un hombre que lleva año y medio haciéndolo entre sus filas. De momento ha logrado que los barones y la baronesa se aparten y lo dejen hacer, bien es cierto que confiados (como Rajoy) en que se estrelle. Está convencido de que se va a salir con la suya; sólo recela de Pablo Iglesias, que tiene en su mano arruinarle el sueño. Ambos se presionarán mutuamente con la responsabilidad de una eventual repetición de las elecciones. Un duelo de egos.

Ese proyecto tan aleatorio, lleno de carambolas políticas, es el fruto de una arriscada voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Si lo saca adelante desactivará a los insurgentes del PSOE y encerrará a Susana Díaz en su latifundio andaluz. Aún guarda una baza de última hora: presentarse a la investidura sin un acuerdo cerrado, al menos oficialmente, para sortear la consulta a las bases, que sólo votarían algo parecido a una declaración de intenciones. Díaz rezongará, pero no podrá oponerse. Tanto ella como Rajoy dependen ahora, quién se lo iba a decir, de Iglesias. El líder de la coleta puede eliminar dos adversarios de una tacada. Y ganar tiempo de sobra para rodarse en el poder antes de ir a por el tercero.