El Gobierno no quiere contrapesos

La formulación clásica vigente desde Montesquieu de la división de poderes no acaba de encontrar acomodo en las tiernas cabezas de los dirigentes podemitas y es lógico que así sea porque los afanes totalitarios se avienen siempre mal con la función de contrapeso que tienen en toda democracia digna de tal nombre los tres poderes limitándose entre sí. El carajal montado por la ley del solo sí es sí y los primeros resultados de su aplicación práctica en la rebaja de las penas a violadores y asimilados.

Hay una cierta tradición de que los intentos de ruptura de la nación española hagan más estragos en las filas rupturistas que en el objetivo al que se dirigen, valga como ejemplo el cisma entre los golpistas catalanes que pretendieron romper España hace seis años. De análoga manera, la acreditada burricie de la ministra de Igualdad y lo más granado de su equipo al tratar de culpar a la Justicia de los efectos de su párvula ley, -la ley es magnífica, los jueces tienen que aplicarla completa y no de manera reaccionaria, ha dicho la delegada del Gobierno Vicky Rosell-, se ha vuelto con efecto destructor contra Podemos. Pueden observarse dos efectos inmediatos: el primero es la devaluación de Irene Montero en su aspiración y en la de Pablo Iglesias, de sustituir a Yolanda Díaz, a quien el ex padre de los hijos de Irene ha tachado de “miserable” y “políticamente estúpido” su gesto de ponerse «de perfil»  cuando «machacan a una compañera». Irene ya no vale. Pero es que también se ha caído Victoria Rosell que se perfilaba como la candidata de Podemos para el Consejo General del Poder Judicial. Mientras otros jueces podemitas, un suponer Juan Pedro Yllanes, descalificaba las opiniones de Montero como ‘temerarias’ y ‘excesos verbales’, precisando que  “no es cuestión de jueces machistas, sino de jueces profesionales aplicando la ley”, ¿con qué argumentos podría Rosell defender su aspiración de tomar asiento en el órgano de gobierno de los jueces?

Claro que también resulta que las desgracias en raras ocasiones vienen solas y a Iglesias le vienen a visitar los viejos fantasmas de sus víctimas. Sergio Pascual, secretario de organización de la formación morada en sus dos primeros años, que cayó en desgracia en 2016, fue el primer purgado de la dirección de Podemos, a quien el secretario general despidió con cajas destempladas y notables descalificaciones. El hecho de que Sergio Pascual fuera novio de Irene antes que Pablo en ese corral de cuernos que fue la cúpula morada no tuvo que ver en su caída. También lo fueron Rafa Mayoral y Juanma del Olmo. Pero los muertos de Pablo, como los del Tenorio, gozan de buena salud y ahora se nos aparece con un libro de memorias políticas, ‘Un cadáver en el Congreso. Del sí se puede al no se puede’, en el que da un repaso a cómo empezó todo. Ya desde su primera respuesta denuncia el problema básico de Podemos: “no fuimos capaces de encontrar una forma organizativa para dirimir nuestras discrepancias de una forma civilizada”. Eso que no supieron encontrar es precisamente el quid de la cuestión en la política: encontrar las formas de canalizar las discrepancias y los conflictos por la vía institucional, de forma civilizada, como dice Pascual.