El héroe español y la estupidez de ciertos protocolos

EL MUNDO 08/06/17
EDITORIAL

TRAS CUATRO días de larga y angustiosa espera, las autoridades británicas, en una ominosa conjunción de ineficacia, mala gestión y trato inhumano hacia la familia, confirmaron ayer la muerte de Ignacio Echeverría, el joven abogado español desaparecido desde el día del atentado del pasado sábado en Londres. Se trata, sin duda, de una situación cuanto menos anómala, ante la que el Gobierno, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, debería haber mostrado una actitud más enérgica a la hora de presionar y pedir explicaciones a sus homólogos británicos.

Porque no es de recibo, como han hecho los responsables de Scotland Yard, escudarse en la complejidad que supone identificar a todas las víctimas de un atentado. Si es cierto que no se trata de una tarea fácil, no se explica que pasados unos días se impida a nadie poder reconocer a un posible familiar muerto. La policía de Londres, aduce, además, la aplicación de unos protocolos de seguridad, que, en vez de ayudar a mantener la calma y a reforzar la confianza de los ciudadanos en las autoridades, ha dado lugar a todo tipo de especulaciones. A los familiares tampoco se les ha permitido en ningún momento ver el cadáver de la víctima en todos estos días y ya se les ha informado, para añadir un dosis más de desesperación y humillación, que no podrán hacerlo, como pronto, hasta mañana viernes, justo después de la celebración de las elecciones. Frente a esta inexplicable actitud de las autoridades británicas, la familia de Echeverría ha mostrado una entereza y una fortaleza admirables, manteniendo en todo momento una actitud de tranquilidad en medio de un escenario de profundo dolor y desconcierto.

A través de las redes sociales, sus dos hermanas han recordado que la muerte de Ignacio se produjo por haber intentado de manera heroica y solidaria salvar la vida de una mujer que estaba siendo agredida con un cuchillo en las inmediaciones de Borough Market, cerca del Puente de Londres. De todos los amigos con los que volvía de patinar, él fue el único que se precipitó sobre el terrorista para evitar que consumara su crimen, siendo agredido por dos terroristas más, tras lo cual quedó tumbado en el suelo. Desde entonces, nada se supo de este héroe de aquel sábado trágico pese a que una de sus hermanas recorrió los hospitales de la zona, contactó con el consulado español e incluso avisó al HSBC, la entidad bancaria para la que trabajaba su hermano.

Nadie duda de que la serie de ataques terroristas contra la población civil perpetrados por el IS en Reino Unido en medio de una trascendental campaña electoral ha podido dificultar la tarea de la policía. Pero sería de extrema gravedad que la tardanza en identificar a las víctimas mortales y a los heridos estuviese relacionada con algún tipo de estrategia electoral. Ningún protocolo justifica la forma en la que se ha gestionado esta situación y las dudas e incertidumbres vividas desde el sábado han dado pie a toda suerte de interpretaciones. Por nuestra parte, como medio de comunicación responsable, el único protocolo que hemos seguido ha sido el de publicar la noticia de la muerte de Echeverría cuando hemos tenido la confirmación oficial tanto del Ministerio como de la familia, a pesar de que desde el lunes existían ya indicios de la fatal noticia. A una negligencia policial no debe acompañarle otra periodística.