ABC-IGNACIO CAMACHO

Eres un ser permanentemente monitorizado. El rastro de tus datos es la ruta de las especias del comercio contemporáneo

DESDE ayer, y al menos hasta el jueves, te están espiando. Alguien controla tus movimientos a través del móvil, y no es Villarejo por encargo de un banco: es el Instituto de Estadística, es decir, el Estado. En realidad, sucede todos los días del año pero esta vez han tenido la delicadeza de anunciarlo; estudiarán tus movimientos prometiendo, eso sí, que respetarán tu anonimato, es decir, que las operadoras no dirán tu nombre aunque informarán sobre los trayectos que recorras incluso con el geolocalizador desactivado. Y no, no puedes protestar porque lo autorizaste al firmar el contrato. Una vez, en Londres, un suministrador de wi-fi hizo el experimento de ofrecerlo gratis en estaciones de Metro y otras zonas de paso; sólo había que aceptar a cambio unas cláusulas en las que los usuarios se comprometían a entregar a sus hijos menores de edad como esclavos. Casi todos, más del 95 por ciento, las rubricaron; nadie lee esa letra pequeña donde el consumidor está vendiendo su intimidad a precio de saldo.

Unos profesores de Cunef acaban de publicar un libro sobre la nueva alquimia del mundo contemporáneo, una química de los negocios en la que la materia que todos aspiran a convertir en oro son los datos. Los tuyos: tus compras, tus viajes, tus llamadas, tus aficiones, tu dirección, tus lecturas, tu consumo de luz, tu vida entera hasta en el más reservado de sus ámbitos. La privacidad ha dejado de existir. Eres el homo algoritmus, un ser permanentemente monitorizado: en la calle, en el despacho, en el bar, en el campo. Quizá incluso en el dormitorio o en el baño si tienes la costumbre de dejar el teléfono a mano. La nueva ruta de las especias es tu propio rastro, la huella digital que acabará procesada y almacenada en cualquier sistema informático junto a tantas otras, tantos millones, que por lo general te sentirás a salvo. Pero en cualquier momento ese fichero puede individualizar tu retrato, hacer emerger tus gustos, tus preferencias ideológicas o sexuales, tus creencias, tus opiniones, tus hábitos. Ya ocurre, de hecho, cada vez que las redes sociales registran y agrupan tus publicaciones y tus contactos para ofrecerlos a clientes que compran paquetes de datos segmentados. Y no lo puedes evitar salvo que te conviertas, como rezaba aquel hermoso título de un antiguo libro de Muñoz Molina, en el robinsón urbano. Sin móvil, sin ordenador, sin tarjeta, sin coche. Un náufrago.

Así que no te preocupes de este rastreo masivo ni te molestes en llevar el terminal apagado. Sólo se trata de un estudio demográfico. El problema es mucho más importante y más amplio, y tiene que ver con la desaparición del entorno privado, con el concepto mismo de una libertad sometida a progresivo achique de espacios. Tiene que ver con la reconversión del modelo democrático: mientras más amplías tu condición de consumidor, más limitas la de ciudadano.