Iñaki Ezkerra-El Correo
En la crisis del pensamiento, Iván Redondo es un mánager posmoderno y multiuso
Le llaman el ideólogo del sanchismo porque es el hombre que le dictó a Sánchez la ruta de la resurrección política cuando nadie daba por él dos duros; las piruetas de trapecista que debía ejecutar para hacerse con Ferraz y luego con la Moncloa contra todo pronóstico. El caso de Iván Redondo y su pomposo sobrenombre nos ofrece una exacta noción de lo que en este país y en esta época se entiende por ideología: la habilidad puramente técnica para la conquista del poder, ignorando -por no decir traicionando- todos los principios ideológicos que haga falta. ¿De verdad podemos llamar ideólogo a alguien que va de un partido a otro (ayer el PP, hoy el PSOE) vendiendo sus mañas y astucias mercenarias para que el cliente, sea el que sea, gane al precio que sea? ¿Estamos no ya ante la ideología más burdo-capitalista del éxito, sino ante ‘el éxito como ideología’ y ante ‘la lucha del poder por el poder’ como suma expresión del pensamiento?
El ideólogo de la moción de censura a Rajoy, el ideólogo de la repetición electoral, el ideólogo de la marca Sánchez… A uno estas generosas concesiones del lenguaje le recuerdan a los que hablan de ‘nuestra ideología del préstamo’, ‘nuestra doctrina de ventas’, ‘nuestra filosofía del mueble’… Me recuerdan a los que hablan del ‘cerebro’ del procés o de la Gürtel, del ‘autor intelectual’ del agujero de Bankia o del asalto al tren de Glasgow. La gente es muy pretenciosa. Pero en el caso Redondo, que atesora entre sus múltiples competencias la dirección de una mágica y grandilocuente Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo, se ha llegado a atribuirle el don de la infalibilidad y de la adivinación del futuro; es decir, que hemos sumado a la pomposidad monclovita la superstición pura y dura. Cada gobernante tiene el asesor áulico que se merece y que a su vez le define. Rajoy, que era conservador, tenía a un pez frío, descreído y laico como Arriola, mientras Isabel II, que era liberal, tenía a Sor Patrocinio. Todo aspirante a rey Arturo que se precie tiene su mago Merlín y toda aspirante a zarina tiene su Rasputín. Sánchez tiene a Iván Redondo, que es el contradiós de la izquierda por todos los flancos: por la cultura mercantilista del éxito y por el oscurantismo medievaloide.
En la crisis del pensamiento, en el ocaso de las utopías, en la muerte de las ideologías, Iván Redondo se alza como el ideólogo, que en realidad es un mánager posmoderno y multiuso con atributos paradójicos de jefe de una ‘foresight unit’ y de hechicero de la tribu. La verdad es que decir el ideólogo de Sánchez, por lo que les toca a uno y a otro, es tanto como decir el ideólogo de la anti-ideología.