Ignacio Camacho-ABC
- España vive una hecatombe sanitaria y social mientras las calles arden porque a un antisistema lo han metido en la cárcel
Ayer murieron en España por causa del coronavirus 397 personas. Más o menos como si se hubiese estrellado un Jumbo. En total llevamos 67.101 muertos desde que comenzó la pandemia, según el cómputo oficial que otras fuentes elevan a más de 80.000. Cualquiera de los dos es comparable al aforo de un estadio como el Metropolitano o el Bernabéu. La incidencia de contagio acumulada a catorce días es de 294 casos por 100.000 habitantes. Seis veces por encima de los 50 que establece el parámetro aconsejable de la OMS, pese a lo cual autoridades y expertos evalúan como positiva una tendencia que hace tres semanas superaba el millar de episodios en la mitad de autonomías. Aún hay 16.314 hospitalizados por Covid, 3.739 de ellos en unidades de cuidados intensivos. La campaña de vacunación está estancada por falta de suministros y avanza lentamente, muy por debajo de las expectativas y de los objetivos fijados para una ratio razonable de inmunidad colectiva antes del verano. No hay perspectivas optimistas de que los fabricantes cumplan a corto plazo las garantías de sus respectivos contratos.
En el otro frente pandémico, el socioeconómico, las estadísticas de bajas son asimismo pavorosas. A 11 de febrero había en el país 878.000 trabajadores -un 40 por ciento más que en octubre- bajo expediente de regulación temporal de empleo, los famosos ERTE, a los que hay que sumar 3.964.353 desempleados registrados a final de enero. En el último año, es decir, desde la irrupción del virus y las restricciones de movilidad, desaparecieron 101.000 empresas, casi una de cada diez de las que existían en 2018. La inmensa mayoría de los cierres, el 99%, se produjeron en pymes con menos de 50 empleados, y de éstas el porcentaje más alto tenían entre uno y cinco. Según el Banco de España, otras 220.000 firmas son en este momento sociedades zombis, al borde de la quiebra porque sus ingresos no alcanzan para devolver la deuda ni los intereses de préstamos. Los sectores de la economía de contacto -hostelería, turismo y comercio- viven en plena agonía, y buena parte del parque hotelero de las costas está en venta a precios de saldo. Uno de cada tres bares han bajado la persiana. El Gobierno no ha inyectado fondos de rescate, las ayudas autonómicas son insuficientes y el dinero de socorro europeo no ha llegado; cuando lo haga se beneficiarán sobre todo grandes compañías con capacidad de innovación tecnológica y medioambiental.
Éste es el retrato de una hecatombe sanitaria y social que por fortuna el país ha absorbido con pacífico aguante mientras las calles de las grandes ciudades arden cada noche porque a un rapero antisistema lo han metido en la cárcel por enaltecer el terrorismo, instigar atentados, golpear a un periodista, amenazar a un testigo y divulgar mensajes de odio. Mañana caerá otro Jumbo y el debate político y mediático seguirá centrado en el tal Hasel.