El laberinto catalán

EL MUNDO – 21/12/15 – ENRIC GONZÁLEZ

· La política española se ha convertido en un laberinto. Pero eso lo era ya la política catalana, y los electores parecen haber decidido buscar la salida por el camino más laberíntico. Al margen de las obviedades (la victoria de Podemos-En Comú Podem, el declive de la banda de artistas anteriormente conocida como Convergència y el fiasco de Ciudadanos), puede afirmarse que ha ganado la ambigüedad. Menos independencia, más derecho a decidir. En ese sentido, nada nuevo.

¿Ha resbalado el independentismo? No necesariamente. La desaparición de la candidatura unitaria ha penalizado a Esquerra Republicana y, en mayor medida, a Democràcia i Llibertat, el nuevo-viejo partido de Artur Mas, pero ambas formaciones pueden apelar a la suma de sus votos para demostrar que el fenómeno sigue ahí. Y ha ayudado, sin duda, al éxito de En Comú-Podem, que ha recogido a una parte del electorado independentista que en las recientes autonómicas cosechó la Candidatura d’Unitat Popular (CUP).

En las elecciones generales vencen, en Cataluña, los llamados españolistas. Antes solía ganar el PSC. Ahora lo ha hecho Podemos. La facilidad con que la periferia metropolitana de Barcelona pasó del rojo (socialistas) al naranja (Ciudadanos) en las autonómicas de noviembre, y la facilidad con que esa misma zona ha virado ahora al morado (Podemos) desaconseja extraer conclusiones demasiado rotundas. Pero no resulta arriesgado afirmar que el llamado eje nacional cedió ayer ante el eje social, y que la izquierda, si sumamos Podemos, ERC y PSC, es mayoritaria.

La estatura política de Artur Mas decrece por momentos, mientras crece la estatura de Ada Colau. Hay que atribuir parte del mérito a Colau, que mantiene una notable popularidad como alcaldesa de Barcelona, y gran parte del mérito al propio Mas, que ha ido arrinconándose a sí mismo hasta convertirse en un estorbo para todos. ¿Va a conceder finalmente la CUP la investidura a Artur Mas? ¿No les resultará más tentadora la perspectiva de unas nuevas autonómicas, en marzo, en las que (aunque mezclamos peras con manzanas porque los resultados de las generales no pueden extrapolarse) parece probable la emergencia de una clara mayoría de izquierdas?

Es la CUP quien debe mover ficha en los próximos días. El independentismo revolucionario tendrá que decidir si rescata a Mas o acaba con él, y tendrá que valorar si su estrategia abstencionista ha sido o no rentable. La abstención de la CUP ha reforzado la figura de Ada Colau, tótem ya indiscutible de la izquierda alternativa catalana. Colau se presentó a las municipales y se convirtió en alcaldesa. Prestó su apoyo a Podemos y ha convertido a esta fuerza en la más votada. Dos envites, dos éxitos. El futuro inmediato de Cataluña pasa por ella. Y por una formación, Podemos, que propugna la convocatoria de un referéndum sobre la independencia, pero para votar, en principio, no. La fórmula del sí pero no recuerda bastante, con todas las diferencias que se quiera, a la que tradicionalmente empleaba CiU, y siempre ha funcionado bien en el laberinto catalán.

A Ciudadanos se le recrimina, conocidos los resultados, la falta de definición. Ése, en cualquier caso, habrá sido un problema en el ámbito español. En el ámbito catalán, su problema ha sido otro. Percibidos en noviembre como dique frente al independentismo (como se sabe, el PP tiene en Cataluña una existencia tan discutida y discutible como la del ángel de la guarda de su candidato, Jorge Fernández Díaz), los ciudadanos han perdido su valor esencial. Esta vez se hablaba de izquierdas y derechas, de un nuevo gobierno de Mariano Rajoy o de un cambio de rumbo, y en ese esquema los de Rivera han perdido pie.

EL MUNDO – 21/12/15 – ENRIC GONZÁLEZ