IGNACIO CAMACHO – ABC – 10/12/15
· Con el maillot amarillo Rajoy sólo depende de sí mismo; en privado añora, como González en el 96, una campaña más larga.
Las antiguas campañas del bipartidismo eran muy fáciles. El poder se lo disputaban entre dos y el argumentario de rutina consistía en variantes de la dialéctica más elemental: ellos o nosotros. Con cuatro partidos en liza se ha fragmentado la otredad, el concepto clave alrededor del cual se definía la identidad positiva en una política de tribus.
La percepción del ego plural, del bando propio, flaquea si no está claro quiénes son los demás, los malos por antonomasia. Nadie sabe muy bien quién es el adversario porque los ejes clásicos han dejado de ser unívocos. El debate convencional entre izquierda y derecha se solapa con el de viejos contra nuevos y a su vez dentro de cada categoría se libran pulsos colaterales que dependen de la fluctuación de las encuestas. El desconcierto de los estrategas electorales se debe a que no se pueden enfrentar a un solo enemigo.
El único contendiente a salvo de vacilaciones es el PP. Rajoy lleva el maillot amarillo y sólo depende de sí mismo; su objetivo es sacar la máxima distancia posible para dificultar un pacto en su contra. A estas alturas no tiene otro rival que Ciudadanos. No sólo porque es el que le quita los votos sino porque si Rivera queda segundo puede asaltar el poder al frente de una alianza de cambio.
Las encuestas del presidente registran un empate técnico entre los tres aspirantes; como no lo puede resolver, su empeño consiste en ahondar lo más posible la brecha con los perseguidores. Le gustaría que el PSOE no se desfondase y por eso ha montado el debate bipartidista del próximo lunes, pero Pedro Sánchez lleva una campaña desastrosa a la que no hay modo de arrimar oxígeno. Iglesias se le ha subido a la chepa con un discurso airado y populista que acaricia los oídos del votante de izquierda.
La batalla crucial es, pues, la del segundo puesto, el que daría prelación en el probable caso de que el PP se quede muy corto en su victoria. Con las posiciones muy apretadas, todos disparan contra todos en un abrasivo fuego cruzado del que Sánchez se está llevando la peor parte: le caen balazos desde cualquier flanco. El marianismo se desmarca del tiroteo, cuya repercusión mediática atribuye a fantasmas del Íbex decididos a llevar en volandas a Rivera. Moncloa ha negado que Rajoy diera el martes por liquidado al líder socialista; nosotros no estamos en eso, protestan. Si lo estuviesen no sería un error sino un suicidio; al Gobierno lo último que le conviene en un
sorpasso en los demás escalones del podio. El presidente, como siempre, lo ha fiado todo a su impertérrito instinto conservador. Las críticas por el absentismo en los debates le resbalan; está convencido de que le beneficia el ruido que hay a su espalda y en privado echa de menos una campaña más larga. No se sabe si su tranquilidad es estoica o resignada. Ventaja lleva, pero no tanta como para esperar la reelección en pijama.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 10/12/15