Siglas y caras

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 10/12/15

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· La izquierda escora a babor, con un Pedro Sánchez tocado de muerte. La derecha popular se desangra por el centro.

La izquierda española ha trocado la solidez de Felipe González por la inconsistencia de Pedro Sánchez y virado desde el «programa, programa, programa» de Julio Anguita hacia el «teatro, teatro, teatro» de Pablo Iglesias. Triste derrota para una ideología con la que, según el CIS, se identifica la mayoría sociológica de este país. Liquidada Izquierda Unida por la inanidad de Cayo Lara y la traición de algunos caballos de Troya capitaneados en Madrid por Tania Sánchez, ese goloso espacio electoral es objeto de disputa entre PSOE y Podemos.

Lo que a día de hoy equivale a decir entre una sonrisa hueca, que trata de ocultar sus graves carencias impostanto simpatía o agresividad igualmente falsas, y un telepredicador totalitario cuya falta de talante democrático, formación y capacidad para asumir el Gobierno es inversamente proporcional a su apetito de poder.

La televisión, vehículo por excelencia de esta triste etapa política en la que estrategias y marketing triunfan arrolladoramente sobre propuestas, ideas y no digamos principios, sacrificados sin piedad en el altar de la demoscopia, nos mostró hace un par de días a un pez luna y un tiburón luchando por convertirse en los amos de la piscina. Luchando entre sí, más que contra los otros, uno a dentelladas, otro boqueando. El escualo daba miedo al asomar de cuando en cuando su aleta de depredador y exhibir con impudicia una ignorancia prácticamente carente de lagunas en materia de Historia de España, desde Andalucía a Cataluña. El otro producía más bien pena, flotando a la deriva en el agua sobre ese corpachón hinchado, vulnerable, impotente, condenado a desaparecer en cuanto el escrutinio confirme el descalabro que le espera a su partido en menos de dos semanas.

Las encuestas certificarán cuántos votos migraron el lunes del puño y la rosa a la papeleta morada o la de color naranja. Anticipo que serán unos cuantos, porque si en algo coinciden todas las valoraciones del debate celebrado en televisión ante nueve millones doscientos mil espectadores (una cifra rara vez alcanzada, que habría merecido la presencia de los cuatro aspirantes a La Moncloa) es que el perdedor del mismo fue Sánchez.

Un Pedro Sánchez amenazado de llevarse otra buena paliza frente a Mariano Rajoy, si este no se contiene, en ese cara a cara académico al que el candidato oficial del PP sí se dignará acudir. Claro que ese duelo estará descafeinado por la ausencia de los otros dos cabezas de cartel en liza cuyos grupos parlamentarios van a ser determinantes en la configuración del Ejecutivo que se forme tras el 20-D, toda vez que, salvo milagro, nadie se acercará siquiera a la mayoría absoluta.

Y es que si la izquierda escora hacia babor, con una vía de agua tremenda abierta en el casco del buque, la derecha se desangra por el centro. Tanto, que lo único seguro a tenor de los sondeos es que tras el escrutinio será indispensable alcanzar pactos. Pactos por determinar, que algunos esgrimen ya en forma de arma arrojadiza incluso a costa de inventárselos. Pactos que habrán de pivotar sobre el eje de Ciudadanos o bien encamar en un mismo lecho a los azules y los rojos. Ninguna de las otras opciones se compadece con la aritmética.

Al Partido Popular le ha salido competencia en la figura de Albert Rivera y, sobre todo, en lo que sus siglas representan: defensa sin fisuras de la unidad nacional, la economía de mercado, las clases medias, la independencia judicial, la firmeza ante el terrorismo, el adelgazamiento de las administraciones públicas, el alineamiento incondicional en la Alianza Atlántica… Un mensaje que recuerda a tiempos no muy lejanos, previos al destape obsceno de una corrupción enquistada en el engranaje mismo del sistema y al tránsito descorazonador del «programa, programa, programa» al «teatro, teatro, teatro».

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 10/12/15