Luis Ventoso-ABC

Hay enseñanzas de Lenin que no cayeron en saco roto

VA un mes de Sánchez y cabe reconocer que se ha desempeñado con habilidad (en el sentido maquiavélico del término). Su estrategia de supervivencia se sostiene sobre tres pilares. El primero es una fachada moderada en lo económico, que no asuste a Bruselas ni a los mercados. Para ello ha formado un gabinete más bien técnico y ha aparcado promesas drásticas, como derogar al minuto la reforma laboral. Además gobierna con los presupuestos Rajoy-Montoro, que tachaba de antisociales. El guiño zurdo llegará con nuevas subvenciones y las consiguientes subidas de impuestos, la solución ritual de la izquierda, siempre a costa de las clases medias.

Su segundo pilar consiste en afianzar su figura a todo trance, pues antes de ocupar La Moncloa estaba tocado en los sondeos. También quiere inculcar que con él ha cambiado el país. Para ello está enfatizando los gestos y la propaganda, incluso con momentos de ridículo culto al líder. La obsesión mediática explica que su primera medida de calado haya sido tomar RTVE para convertirla en altavoz de la causa «progresista». Ni siquiera ha tenido reparo en controlarla de la mano de los separatistas que en octubre auspiciaron el golpe antiespañol. También ha programado iniciativas del catálogo izquierdista que no eran necesarias ni urgentes, pero que sacian un revanchismo ideológico que en España es casi una patología. Ahí entra desenterrar a Franco, legalizar que los médicos puedan matar a enfermos terminales en los hospitales públicos, o crear una nueva asignatura que la Iglesia católica ya está denunciando como un intento de instaurar «una religión laica» desde el Estado.

El tercer pilar es adular con cesiones a los separatistas que lo mantienen en el poder artificialmente (pues no ha ganado las elecciones). De nuevo lo hace con gestos, aunque sean ofensivos para los españoles y devalúen el Estado, como tolerar la reapertura de las embajadas, otorgar trato bilateral a Cataluña o el traslado de asesinos etarras y presos golpistas (véase anoche al director de la cárcel catalana recibiendo a los presos con el lacito amarillo en la solapa). Pero este pilar acabará agrietándose y aplastándolo, pues los independentistas xenófobos no se apearán de su referéndum y Sánchez, como presidente constitucional de España, no puede concederlo sin cometer un delito.

Nada hay nuevo bajo el sol de la política. Por fortuna el comunismo es casi una excrecencia de la historia. Pero la técnica leninista de conquista del poder sigue vigente. Immanuel Wallerstein, el gran sociólogo e historiador estadounidense, la ha explicado al detalle. Primero hay que contar con «un catecismo incesantemente repetido» (aquí es el llamado progresismo). Después, «obtener el poder estatal de una forma u otra y una vez en él, mantenerlo de una forma u otra» (en eso está Sánchez). Ya al mando, fortalecerse aislando a la disidencia ideológica (el PP no es una formación legítima). Por último, «el partido corregirá su rumbo cuando sea necesario a fin de mantener el poder» (Sánchez incumpliendo su palabra según sus necesidades). Pero toda esa estrategia no le pasa todavía factura, debido a la delicadísima situación del pluralismo televisivo en España.