El mito adanista

IGNACIO CAMACHO, ABC – 07/12/14

· El mito adanista de la legitimidad caducada de la Constitución esconde proyectos de desintegración y de ruptura.

La reforma de la Constitución es ya un clásico de cada cumpleaños de la Carta Magna. Sólo que el debate se ha trasladado de la conveniencia de modificarla a la voluntad de jubilarla, de tal modo que lo que antes se discutía como conveniente ahora parece el mínimo necesario. Quizá por eso Rajoy, que es un hombre genéticamente conservador, ha decidido devolver la cuestión a la casilla de salida y pronunciarse por dejarlo todo como está. Dado que tiene el Gobierno y la mayoría el asunto parece quedar zanjado para lo que queda de legislatura. La ventanilla de enmiendas constitucionales tiene bajada la persiana. Cerrado hasta diciembre de 2015.

El presidente, tan aficionado a evitar las tomas de posición, ha optado esta vez por una expresión clara. Está cómodo en el marco vigente y por ahora no piensa cambiarlo en coherencia con su conocida alergia al aventurerismo. Si vuelve a ganar las elecciones tal vez se avenga a algunos retoques de actualización y si las pierde siempre le quedará, además de una minoría de bloqueo, el consuelo de no haber sido él quien abra la caja de Pandora. Sin duda esa actitud tiene que ver con su carácter inmovilista, pero también representa la intención de reivindicar el legado de la Transición y su modelo de convivencia.

En un momento de enorme tensión política, social y territorial, en el que surgen tentativas de centrifugar el pacto fundacional de esta democracia, alguien tiene que defender la estabilidad del Estado frente a los proyectos de asalto y de ruptura. Y está por demostrar que alguno de los problemas cardinales de la nación, incluido el de Cataluña, pueda solucionarse con la pócima política de reescribir parte del articulado de una Constitución que si en algo ha fallado ha sido sobre todo en no prever la deslealtad de algunos a la hora de cumplirla.

La Carta del 78 se puede y tal vez se debe reformar, pero siempre desde la convicción compartida sobre la vigencia de sus principios esenciales frente a la presión de las fuerzas que no quieren modificar el modelo, sino abolirlo. Eso es lo que significan el secesionismo catalán y el populismo de extrema izquierda: una impugnación de los consensos ciudadanos que han regido la España democrática. Una vuelta al rupturismo que fue sensatamente arrumbado en el período constituyente. El éxito de esta Constitución perfectible consiste en que supo evitar el error de origen de la del 31, redactada por unos españoles contra otros.

Ese espíritu inclusivo, integrador, es el que merece la pena conservar contra el mito generacional de la legitimidad caducada por el tiempo, una inmadura y falaz superchería de la wikipolítica. Los valores clásicos no envejecen porque no tienen edad; por eso son clásicos, inmanentes, necesarios. España siempre ha fracasado cuando se imponen los adanistas que pretenden inventar un paraíso casi siempre excluyente y a su propia medida.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 07/12/14